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Juan Manuel González

Crítica: '¿Quién está matando a los moñecos?', con Melissa McCarthy

La película ofrece unas cuantas salvajadas divertidas dirigidas por el hijo de Jim Henson.

Dejando de lado la jugada promocional española, que adapta el título original al vocabulario propio del humorista David Broncano, que dobla a varios personajes, ¿Quién está matando a los moñecos? es una película que demuestra que incluso las comedias de trazo grueso albergan un dilema que hay resolver. La que dirige Brian Henson, hijo del legendario titiritero y director de los teleñecos y obras como Cristal Oscuro y Dentro del laberinto, trata de recuperar la marca de su padre asumiendo su carácter añejo y obsoleto, insertándolo en un relato policiaco convencional de, ya saben, tiros, muertes y un par de explosiones. Su trabajo consigue levantar el aspecto técnico del filme (el nombre de Jim Henson no será tomado en vano) y triunfa en bastantes de sus arrebatos de humor aislados, pero no en su condición de relato policial sui géneris.

The Happytime Murders, el título original, describe mucho mejor el argumento: cuando se suceden una serie de asesinatos de teleñecos con un nexo en común, el haber pertenecido a un show televisivo que se está comenzando a reponer por sindicación llamado The Happytime Hour, un detective privado "muppet", Joe, y una dura oficial de Policía, Connie (Melissa McCarthy) se ven obligados a trabajar juntos.

La alusión a Arma Letal y centenares de "buddy-movies" no es casual, de modo que la película de Henson debe lidiar con ello. Igual que el Muppet de la excelente The Muppets de James Bobin cantaba ¿soy un hombre o un muppet?, The Happytime Murders debe resolver el misterio de su propia identidad: ¿soy una parodia o una comedia de acción estrafalaria, pero con todas las consecuencias?

Ese y no otro es el problema de una película que tiene que compaginar ambas facetas, o en todo caso funcionar como las dos. Y al final, ni una cosa ni la otra. A veces funciona con eficacia (la escena en el restaurante, donde Joe y Connie comienzan por fin a trabajar juntos) y en otras, no. Es una suerte para Henson contar con dos demonios como Melissa McCarthy y Maya Rudolph, que defienden su territorio incluso cuando el guión desaprovecha sus posibilidades, pero si el filme se presenta como una "buddy-movie" desarrollada en un mundo muppet, como tal cosa debe funcionar.

El misterio es flojo, pero eso no es especialmente importante. Y no todo se debe tirar a la basura en el filme de Henson, que hubiera necesitado de un director con más artesanía y malicia pero al final plantea un par de cosas interesantes, las suficientes para operar durante hora y media. Por un lado, los propios teleñecos, criaturas a menudo hilarantes a menudo convertidas en yonquis y víctimas de una sociedad feroz. Hay un mundo de emociones en ese guión que merece la pena y que, por cierto, fue desarrollado mucho mejor en la citada The Muppets de James Bobin, guionizada por Nicholas Stoller, y que funciona como 1) metáfora de la situación actual, con el racismo y las balas policiales rebotando hacia vidas inocentes (podríamos sustituir el hashtag "black lives matter" por el de "muppet lives matter") y 2) el obvio reflejo de una cultura pop nostálgica que no sabe canalizar de manera adulta sus emociones (los asesinatos comienzan con la reposición de un show "muppet" de los 90). Pero la sátira feroz no es el territorio de Henson no gestiona ese contexto terrorífico y simplemente potencia los asesinatos muppet para decirnos que, hey chicos, estamos ante una comedia bestia y no nos compliquemos la vida. ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, obviamente la gran referencia del filme, hizo todo esto mucho mejor.

¿Divertida? Sí ¿Ingeniosa? Podría haberlo sido. ¿Necesaria? No, pero su mensaje queda bien claro. La pena es que ni Henson se lo pasa especialmente bien con el relato policial ni el guión profundiza en sus recovecos. ¿Quién está matando a los moñecos?, marketing español aparte (de eso si quieren hablamos otro día) es una película pasable pero sobre todo una oportunidad perdida.

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