78/52. La escena que cambió el cine, que se estrena en cines esta semana, no es solo un documental para fans del cine de terror o estudiosos del imaginario popular. Su director, Alexander O. Phillipe, había presentado anteriormente obras como Doc of the dead o The People vs George Lucas, y ciertamente podía haberse conformado con un ejercicio nostálgico sólo para fans.
Pero la película, presentada en Sundance y exhibida en Sitges y el Festival de Valladolid, consigue trascender ese territorio para adentrarse en la pura teoría social, el ejercicio de análisis psicológico y hasta en la desaparecida práctica de Historia del Arte (en este caso, audiovisual) y la crítica de cine. Veamos la razón de tan poliédrico éxito.
1. ¿Por qué 78/52? Muy sencillo: 78 fragmentos, 52 cortes. La escena dirigida por Hitchcock fue diseñada a conciencia, pero no exactamente coreografiada: el británico partió del detallado storyboard encargado al diseñador gráfico Saul Bass, responsable también de los fragmentados títulos de crédito, y rodó justo aquello que necesitaba y nada más. Apenas alguna viñeta o idea visual se quedó en la sala de montaje (sería recogida más tarde en el inútil remake de Gus Van Sant). Un ejercicio de montaje que en el documental analiza el mítico editor Walter Murch, y que constituye uno de los mejores instantes de 78/52.
2. ¿Da una escena para un documental tan largo como la propia película? Psicosis dura casi 110 minutos, y 78/52 algo más de hora y media. Y la respuesta es, por supuesto, un rotundo sí. Pero además, subimos la apuesta: el documental no se centra en la totalidad película, sino en los escasos tres minutos del asesinato de Janet Leigh en la ducha, sin duda la escena más famosa. Recurriendo a talentos como los de los directores Peter Bogdanovich, Guillermo del Toro y Eli Roth; los actores Jamie Lee Curtis y Elijah Wood y otras figuras destacadas de Hollywood y alrededores (cada uno abordando un aspecto de la misma), 78/52 analiza el contexto y los efectos no ya de la película en su totalidad (al fin y al cabo, la relación de Hitch con las rubias y las madres está ya estudiada) sino en concreto de la escena del asesinato de Janet Leigh. Y les aseguramos que da para ello: hay múltiples formas de aproximarse a una onda expansiva, desde los más técnicos hasta los poéticos y, por qué no, los meramente psicológicos, que permiten al documental alcanzar cotas de profundidad impensables.
3. Presagios, presagios... Aquí nos metemos de lleno en el ámbito político y social. El grito de Psicosis fue la espita final, la consecuencia lógica de un largo periodo de bonanza y autocomplacencia a punto de cristalizar en desidia y descontento. Toda la tensión acumulada tras las imágenes de postal de los 50 ilustradas en Norman Rockwell salió en apenas tres minutos, un chillido de terror que también era un presagio, un aviso, de cara a los futuros años de horror social. Muchas cosas cambiarían en América durante los 60 y los 70, desde escándalos políticos como Watergate hasta Vietnam, pasando por una creciente ola de violencia social y la irrupción en la realidad de la figura del psicópata. Psicosis, rodada en el 59, fue el primer aviso de que venían tiempos oscuros. Por algo Janet Leigh moría en 78 fragmentos y 52 cortes (de película) a manos de un tipo con dos personalidades: bienvenidos a la era de la fragmentación.
4. Atacar al público, atacar a Hollywood, atacar Dios, atacar a TODOS.
Psicosis es, ante todo, un ejercicio de salvaje nihilismo cinematográfico y personal. Violentar al público americano en su espacio más íntimo, el baño. Asesinar a una actriz famosa, la presunta estrella principal, en uno de los momentos más íntimos imaginables. Utilizar el dinero de la Universal para filmar una película de terror, y encima en blanco y negro, cuyo punto de vista basculaba hacia un perturbado. Regañar, de alguna manera, a los americanos por su pasividad durante las Guerras Mundiales. De una manera u otra, la cruel opinión de Hitchcock, el rey de la ironía, se filtra por cada uno de los fragmentos de celuloide de Psicosis, la película que significó la entrada -según Bogdanovich- del asesinato en la cultura popular y el entretenimiento. Oh, americanos: vosotros no sabéis lo que es el horror. ¿Y, por cierto, quién es Dios? Cuando yazcáis muertos en el suelo del baño, todo seguirá sin vosotros: el agua de la ducha seguirá saliendo y colándose por el desagüe...
5. Marketing. Quizá el muro de feminismo desatado y mediatizado impediría ahora al lúbrico y voyeur de Hitch concebir una película en torno a una muerte en la ducha. Y también a Rubens, Tintoretto y la totalidad de pintores que ocupan los museos. Seamos optimistas: Psicosis nació, en su esencia, como un desafío a la censura y también una broma pesada del inglés, cuyo icónico perfil aparecía semanalmente en en todos los hogares a través de la televisión, asentada ya tras una larga etapa facturando lujosos éxitos de Hollywood. Si había alguien feliz con su propia imagen, hábil a la hora de construirse un personaje, era él. Y aquí el director iba a dar un nueva vuelta de tuerca a su carrera: aterrorizar al personal recurriendo al puro y duro material de derribo. Que un autor consagrado en el cine USA y británico se arremangara con el horror trash podría ser percibido como un (triple) paso atrás en su carrera. Y así fue en su estreno, aunque afortunadamente Psicosis se reveló como una corredora de fondo y no solo una velocista. El resultado fue un ejercicio de estilo vital para la trayectoria posterior del género del American Gothic: sin Psicosis no habría La matanza de Texas, sin La matanza de Texas no habría cine slasher, sin cine slasher no existiría el thriller psicológico posterior a El silencio de los corderos... y así podríamos seguir hasta el infinito. Y usted, querido espectador, todavía seguiría viendo amenazas del espacio exterior como vehículos del terror. La serie B y de género, elevados al puro arte. El sinsentido no viene de fuera, está dentro de su casa y está a punto de descorrer la cortina del baño. Y la clásica muerte de la mujer hermosa, de nuevo un tema capital en la cultura popular.