Si ustedes tuvieran que elegir entre un filme de terror de los que se cuecen a fuego lento o un "grand-gignol" sangriento y desesperante... ¿cual elegirían? Hereditary decide que ambas opciones son compatibles, lo que ocurre es que lo hace sin ocultar su faceta de tragedia familiar en tres actos. Bien por ella, pero aquí viene un pero a la película de Ari Aster, que ha convocado de nuevo a esas dos doctrinas que tratan de decirnos qué debe ser el cine de terror, o en todo caso, que hay un "terror bueno" que es sutil y realista... y un "terror malo", sin contenido, de fantasía y que se apoya en los sustos y desmembramientos. Un terror inteligente y uno tonto, uno para listos y otro de idiotas. Uno bueno y uno malo, si lo prefieren.
Cosas del bombo, o del "hype", que lleva aparejada una propuesta como Hereditary, que causó sensación en Sundance y por tanto viene avalada por la etiqueta de cine "indie" como opción alternativa a las propuestas de unos grandes estudios consumidos por su búsqueda del blockbuster. Lo que no ha impedido al filme obtener una notable cuarta plaza en el circuito estadounidense, sin duda un aval de lo que esa campaña "boca a oreja" está consiguiendo y, dejando de lado esas valoraciones de quienes se creen por encima del género de terror, sin duda una lección que los dirigentes de los estudios deberían apuntarse.
Lo cierto es que, responda o no a las inmensas expectativas depositadas en ella, y añadiendo cierto poso de decepción producto de esa necesidad alimentada en redes sociales de crear "la mejor película de la historia de esta semana", lo cierto es que el debut de Ari Aster es una primera obra espectacular. Basándose en unas interpretaciones notables, en la que a la intensidad de Toni Collette (a la sazón productora del filme junto al coprotagonista, Gabriel Byrne) se añade la tenacidad de Alex Wolff, el hijo adolescente que al final acaba recibiendo más presión de la esperada, la película goza de una atmósfera de una tristeza absolutamente siniestra y pesimista, tanto que en ocasiones cabe preguntarse si a Aster le importa realmente el destino de la familia protagonista, el inmenso dolor al que acaban sometidos. La presencia constante de una maqueta como metáfora visual de las fuerzas invisibles que acosan a los protagonistas aspira, en este sentido, a simular una frialdad "kubrickiana" que se puede armonizar perfectamente -el propio horror de los 70 que replica Hereditary lo demostró- en una adecuada mascletá final.
Eso, y un diseño de sonido ominoso y terrorífico (atención a ese sonido subliminal que adorna casi todas las secuencias) configuran un filme ambiguo pero a la vez resolutivo, en el que "algo" parece estar intentando irrumpir en la realidad de la película. ¿Cuento de fantasmas, relato de posesiones, aproximación a otro icono del terror USA como son las brujas... o bien otra cosa más? De todo cabe en un filme que, por muy dramático que se ponga, en realidad tiene la misma voluntad de contenedor post-moderno que cualquier tren de la bruja de vocación popular, y que pese a su evidente sabor a Polanski, resulta igualmente previsible en sus tramas maestras, que -no lo duden- acaban apoyándose en convenciones y giros que son puro género. Pero puro género está bien, y afortunadamente, casi todo en el filme funciona casi siempre. Atención al golpe de efecto que tiene lugar en una carretera y que no contaremos aquí, que se erige como el instante más perturbador del año, con una imagen que capaz de grabarse en las pesadillas del más duro durante una buena temporada. Pero lo inquietante -efectivamente- está en los detalles, y ahí Hereditary también lo borda: otra cosa es que queramos ver más allá de un filme eficaz y absolutamente serio en su concepción del horror que confunde hábilmente al espectador y que, en plena tormenta de homenajes a los ochenta, prefiere fijar sus miras en esos setenta donde aún burbujeaba la etiqueta de "autor".
En el fondo, el título de la película representa todo esa herencia fundamental, y no solo el drama que arrastra el personaje de Toni Collette, una actriz especialmente dotada para interiorizar ese legado y darle forma de tormento psicológico. El horror es eso, algo hereditario, algo que se agazapa como una enfermedad y te persigue aunque no quieras. No puedes huir de él, pero si necesitas la primera hora y media de Hereditary para disfrutar de ese desenlace, igual es que tienes un problema con el género.