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Juan Manuel González

Crítica: 'Lady Bird', de Greta Grewig

Cinco nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película, acapara esta 'Lady Bird', debut en la dirección de Greta Gerwig.

Parece que criticar el debut en la dirección de la actriz Greta Gerwig equivale a pintarse una diana en el pecho. La búsqueda de historias femeninas, o feministas (depende a quien pregunten) que alimenta a la prensa, pero no tanto a una industria que habla mucho y hace poco, ha derivado en toda una retahíla de premios y promesas para la película de la protagonista de Frances Ha. Restarle méritos debe ser algo parecido a quitarle hierro a la proeza inaudita, absolutamente novedosa -dicen- de que una mujer establecida en la industria haya escrito y dirigido una película como Lady Bird, erigida en bandera de algo, que funciona razonablemente bien en sus intimistas términos pero se ve lastrada por terribles carencias que, en estos tiempos de utilización partidista e interesada del arte, se han convertido en virtudes.

Lady Bird es, por tanto, un filme sobredimensionado que provoca sensaciones encontradas. Y no por su historia íntima y pequeña (sus aciertos no son menores por ser una película pequeña) sino por los resultados finales que arroja el trabajo de Gerwig. Gusta, por un lado, en los detalles que adornan el relato de esta adolescencia no particularmente conflictiva, la voluntad de narrar una historia de gente razonablemente feliz y definitivamente normal como el de la joven Christine "Lady Bird" McPherson y todos los que la rodean en un periodo más bien tempestuoso de la historia reciente, la de los comienzos del s. XXI y tras la caída de las Torres. La película aquí se aleja del tópico y realiza un retrato biográfico -el de la propia Gerwig, criada también en Sacramento y con evidentes inclinaciones artísticas- que se siente veraz. La película sabe transmitir el clima de tempestuosa placidez en una familia conservadora de una aburrida región de California, que contempla el ruido de la guerra de Irak desde una distancia inquietante, así como borrar de un plumazo tópicos sobre el supuesto autoritarismo católico visto en pantalla en mil películas anteriores. El secreto de esto vive, como decimos, en los detalles: el retrato de unos padres voluntariosos pero frustrados; la dificultad para encajar de uno de los novios de la joven Lady Bird (Saoirse Ronan) por, precisamente, ese entorno religioso, la depresión de uno de los curas por una pérdida terrible... También, por supuesto, las interpretaciones de la propia Ronan y su madre en la ficción Laurie Metcalf, ambas nominadas al Oscar al igual que Greta Gerwig en calidad de directora y guionista.

Pero todo esto queda en tierra de (casi) nadie debido al proceder narrativo de Gerwig, que vehicula un relato amable de instituto con vocación de sketch, tanto que redunda en el escaso desarrollo de unas situaciones que, efectivamente, podrían ser interesantes, pero se quedan diluidas en un conjunto anecdótico. Si la manera de evitar el melodrama es ésta, mejor denme una histriónica Magnolias de acero: el aroma agradable y hasta noble que deja esta breve Lady Bird puede resultar, por ello, engañoso. Nadie puede acusar el filme, que retrata la plácida vida de una comunicada católica, de resultar falso o mentiroso. Pero su aire de cine indie -Gerwig sale directamente del rollo mumblecore de los Duplass- se materializa aquí en una narrativa que puntea pero no remata, que frustra porque no acaba ninguna de sus frases. La película diluye sus conflictos igual que en la mente de la entrañable Lady Bird revolotean los problemas, es en este sentido todo un ejercicio de coherencia. Pero la impresión final es la de haber presenciado un "dramedy" televisivo con maneras de miniserie de plataforma de pago... solo que nominado al Oscar a la mejor película.

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