Existen dos historias bien precisas y delimitadas en Hacia la luz, la nueva oferta de la japonesa Naomi Kawase (Una pastelería en Tokio), aunque ambas signifiquen lo mismo. Una es la de la joven escritora de audiodescripciones de películas para invidentes, apasionada pero inexperta, y la otra de un fotógrafo veterano que se está quedando ciego. Una relación conflictiva en sus inicios de la que nacerá la compresión... y probablemente algo más.
La sustancia primaria de la película de Kawase parece ser, sin embargo, no la consecución de un romance sino la pura evocación sensorial, así como la plasmación en palabras, pero sobre todo en imágenes, de una realidad que no hace más que (tal y como se insiste mil veces en la película) desaparecer ante nuestros ojos. Las fotografías entendidas como recuerdos, la aprehensión de la realidad más cotidiana, el inevitable papel del tiempo y la presencia del cine como elemento salvador, y vinculador, son piezas esquivas que Kawase encaja sin miedo alguno a la abstracción en una historia de devenir convencional. Combinar esto con los tópicos de un melodrama romántico y preservar la integridad de ambas vías es, precisamente, la gran virtud de la película, y no está al alcance de cualquiera.
Un marrón entre cursi y trascendente que Kawase resuelve con inapelabre sencillez y hasta desparpajo, sin aparente y excesivo esfuerzo. El descubrimiento de los traumas personales de Misako (Ayame Misaki) y Makamori (Ayame Misaki), o más bien, su ansia de conectar con una realidad que se les escapa, resulta más interesante que el previsible amorío entre ellos, y Kawase sabe reconocerlo sin tampoco avergonzarse de la fontanería romántica del filme. La luz crepuscular y la combinación de primerísimos primeros planos y cierto aire documental bañan la película, y confieren a Hacia la luz una superficie hechizante que nos hace olvidar que el filme integra los peores recursos del cine lacrimógeno y el pretencioso. Con Kawase, sin embargo, la narrativa no se empantana en imágenes pedantes ni melodramáticas, y todo resulta razonablemente ameno, espiritual y sobre todo, muy bonito de ver, pero gracias precisamente a su aparente falta de aspiraciones. Hacia la luz es un poema sentido, quizá menor dentro de la carrera de Kawase, pero urdido con gusto visual y honestidad.