Crítica: 'Madre!' de Darren Aronofsky, con Jennifer Lawrence y Javier Bardem
Aronofsky nos engaña a todos (pero no tanto) con 'Madre!', un filme difícil de encajar en tiempos cínicos y tan fáciles de escandalizar como los nuestros.
Darren Aronofsky pone en Madre! una dura prueba al espectador impaciente. No tanto por el ritmo del filme, quizá un tanto prolongado pero sin duda bien graduado hasta su chiflado, pero emotivo, desenlace. Por un lado, su relato aparente ser un relato de misterio tanto como una historia de amor con mujer torturada y, por ello, con algunas aristas aptas para la polémica fácil. Pero, en realidad, propone un juego que en realidad no es tal cosa, sino una fábula alegórica emotiva, cruel... y extrañamente familiar. ¿El resultado? Un fracaso en taquilla tan notable como comprensible, gran parte de la gran audiencia ofendida y patidifusa y solo algún aplauso de crítico entusiasta contra muchos, muchos abucheos en aquellos festivales donde se ha proyectado.
Primero, hablemos en términos hollywoodienses. Emocionalmente, Madre! recupera el thriller romántico adulto y en este sentido, gracias a la interpretación entregada de Jennifer Lawrence, remata una jugada relativamente bien lograda y en sí misma alejada de los usos y costumbres del Hollywood contemporáneo. La película es, al menos durante su primera hora, el retrato de una relación complicada y misteriosa con muy pocos fuegos de artificio, y durante gran parte de su prolongado metraje (que Aronofsky sabe contener hasta la explosión final) puede funcionar como tal cosa, un particular tour de force del director con dos buenos actores que le servirá -eso sí- para difuminar fronteras entre cine clásico y moderno, entre lo comercial y lo autoral, una vez el círculo se cierre.
Pero según el asunto avanza y cobra peso su particular simbología, se hace evidente que aquí tiene que haber algo más. Jugando con las convenciones del thriller de terror de casa encantada (gran parte del largometraje consiste en Lawrence recorriendo pasillos vacíos de la casa siguiendo sonidos guturales) todo se somete, sin embargo, no a un giro final sorprendente "a la Shyamalan" sino más bien a una alegoría creacionista que, pese a ir literalmente montada dentro de las coordenadas del cine de género, no da una respuesta satisfactoria al espectador ansioso de un rompecabezas que resolver, de un engaño chocante que disfrutar. En Madre!, pese al exceso final, no hay cabriola en el desenlace; no hay -en realidad- un enigma que cobre sentido más allá de la metáfora que propone el director de Cisne Negro. La cámara pegada al cogote de Jennifer Lawrence durante dos horas refleja perfectamente su lucha contra un entorno crecientemente hostil, pero no hay psicología barata que ponga broche de oro a la ficción. Todo es evidente y sincero, no hay muertos escondidos en las paredes, ni explosión final de fantasmas, ni cambios de perspectiva que cuestionen la verdad de un relato que convierte lo cotidiano en fábula y mitología.
Y esta metáfora que Aronofsky nos entrega a cambio resulta tan aparentemente naïf como, en realidad, profundamente terrible, y para nada ajena a las preocupaciones bíblicas de su autor. A Aronofsky le interesa más trazar paralelismos entre su particular génesis con un asunto tan profano como la creación artística, una preocupación probablemente ajena a las exigencias de quienes acudan al cine a 1) identificarse con lo evidente o 2) lo consideren una mera atracción de feria. Pero todo en ella es absolutamente fácil de entender, su subtexto no resulta en absoluto complicado: si Madre! ha ofendido, no me creo que sea por lo complicado de su evidente misticismo más que de su combinación con una (en el fondo, también bienintencionada) jugada formal. El problema es precisamente ése, que no es para tanto; y también que, consciente de que uno de las piezas de su puzzle implica saber tomar el pelo al personal, el de Requiem por un sueño se lanza a ello ydisfraza su odisea de película de terror, y encima suma a la fórmula melodramática un poco de humor negro que no ofende por sí mismo pero -no me cabe duda- pondrá la guinda del disgusto para quienes finalmente no compren la propuesta. Al final, yo me quedo con esto: Madre! es un filme que, sin ser una obra maestra, sí resulta estimable en su loca y abstracta manera de transformar el cine religioso en una experiencia opresiva.
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