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Juan Manuel González

Crítica: 'El Fundador', con Michael Keaton

Antes que el Big Mac hubo una traición. Un excelente Michael Keaton nos lo cuenta.

Antes que el Big Mac hubo una traición. Un excelente Michael Keaton nos lo cuenta.
Michael Keaton en El Fundador | Diamond Films

Al principio de El Fundador, biopic del responsable de expandir la franquicia McDonalds por todo el mundo, Ray Krok (Michael Keaton) pregunta al espectador qué vino antes, si el huevo o la gallina. O, si quieren, si la demanda o la oferta. En la misma medida, podría ser un interesante ejercicio contrastar la película de John Lee Hancock (The Blind Side) con La red social de David Fincher, que no abundaba en los mecanismos del capitalismo sino en los efectos psicológicos de cierta sociedad resultante, casi medio siglo después. Porque El Fundador podría ser la precuela, rodada con un clasicismo más pacifista, de la otra, ambos el clásico cuento de progreso, primero, y avaricia, después, solo que consagrada ya a los vicios del progreso tecnológico y social.

En todo caso, El Fundador no abunda con tanto ahínco como Fincher en el lado oscuro del emprendedor, y eso es precisamente la causa de que el filme se disfrute igual gran medida: el director John Lee Hancock permite al espectador disfrutar con el relato de ascenso sin fin de Ray Krok, interpretado con su entusiasmo habitual por Michael Keaton, antes de que las circunstancias cambien y convertir la presa en cazador. O, si quieren, de crear cierta suspicacia sobre lo presentado hasta ese momento.

Antes decíamos La red social, pero El Fundador -filme que narra los orígenes de la cadena McDonalds y su expansión por diversos estados- tiene más en común con el, por otro lado, superior drama racial Figuras ocultas. Y por eso mismo corre cierto riesgo en no ser convenientemente apreciado. Ambos son filmes clásicos en ejecución y narrativa, que aunque narren episodios oscuros de la historia americana, pero también dejan disfrutar al espectador con la luz que también impregna el relato de Krok. De un trasfondo, si quieren, positivo, que el componente humano más tarde se encarga de empañar... para siempre.

Nadie mejor que Michael Keaton para retratar a este emprendedor de inagotable energía, un tipo que -al igual que McDonalds y la propia América- puede convertirse en cualquier cosa. Preñada de imágenes de plácida vida rural a lo Norman Rockwell, Hancock se limita durante bastante tiempo a contar bien lo que cuenta, a interesar con artesanía fílmica clásica, por mucho que el propio compromiso de calidad de la película, como la de los batidos de McDonalds, en ocasiones se resienta: el drama doméstico de Keaton con su esposa Laura Dern resulta ortopédico y el filme desaprovecha algunos secundarios reducidos a cameo, como el siempre excelente Patrick Wilson. La historia, no obstante, se desenreda bien ante nosotros.

El fundador probablemente dará igual a algunos y enervará a aquellos que buscan una película que realmente fracture el sistema capitalista que retrata. Pero El fundador engaña un poco a ambos: tras sus plácidas y luminosas imágenes existe un relato más oscuro, aunque en conjunto el filme resultará rácano a todos aquellos que deseen ver hundida la M de McDonalds. Pero antes de decir nada prestemos atención a su tercio final, una traición humana que nada tiene que ver con hamburguesas sino con la tierra, y en un momento de flagrante de mentira (que tampoco revelaremos aquí) muy bien interpretado por Michael Keaton, por primera vez murmurando sus frases en vez de paladearlas: ahí es donde la balanza moral se decanta hacia un lado y no el otro.

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