A la vista de los últimos estrenos, parece que la industria cinematográfica española ha decidido inspirarse en nuestra fabulosa historia. Quizás se ha convencido de que el público está harto de comedietas de sal gorda y de supuesta denuncia social. Quizás quiere recoger las migajas del excelente cine histórico que hacen los anglosajones y también otros países, como Alemania (El hundimiento). Polonia (Katyn), o Rusia (El Almirante).
Pero el resultado está siendo el habitual, porque los productores, los directores, los guionistas y los actores son los mismos. Vamos, que creen que su público comparte sus prejuicios, sus taras y sus posturas sexuales.
Fernando Trueba se estrelló con La reina de España y Los últimos de Filipinas ha sido un desastre en taquilla. Junto a estas dos hay otra que afortunadamente ha pasado desapercibida, aunque la ha emitido y pagado TVE (o sea, que la hemos pagado los demás). Se trata de 22 ángeles, dirigida por Miguel Bardem con guión de Alicia Luna. Yo me enteré de ella gracias a un amigo (está disponible en Youtube) y después de verla comprendo a esos hinchas que cuando pierde su equipo arrojan el televisor por la ventana.
La guionista parte de una novela de Almudena de Arteaga, que ya es bastante mala, para perpetrar un guión mucho peor y encima anticatólico, antimonárquico, anticapitalista y anticasta. El tema de la novela y la película es la formidable Real Expedición Filantrópica de la Vacuna de la Viruela, que en 1803 llevó esa medicina a las Indias por orden del rey Carlos IV.
Una gesta científica y caritativa que conmovió al descubridor de la vacuna, Edward Jenner, en cuanto supo de ella. La primera campaña de vacunación mundial, en la que murieron algunos de sus miembros, como el doctor Salvany (en Cochabamba en 1810) y en la que España dio gratis la vacuna a chinos, con los que sólo tenía relaciones comerciales (Macao), y a sus enemigos (ingleses en Santa Elena).
Todos los tópicos de los progres
Un episodio impecable de la historia de España, del que todos podíamos sentirnos orgullosos, pero que Bardem y Luna convierten en una ocasión para esputar. Al poco de empezar la película, en una reunión del Consejo de Indias en que se debate el envío de la Expedición por voluntad real, un sector de los miembros, dirigidos por un tenebroso obispo, se oponen a que se mande un remedio de manera gratuita: debe venderse y así la aristrocracia y los caciques sacarán bolsas de reales de vellón. En una sola escena están reunidos los tópicos de los progres: el Imperio español fue genocida, los curas son malvados, los aristócratas son corruptos y las farmecéuticas (bueno, su antecedente) quieren hacer negocio a costa de la salud de los pobres.
Más adelante, esos carcas colocan en la expedición a un esbirro con la misión de envenenar a los huérfanos gallegos que llevan en sus cuerpos la vacuna. ¿Se pudo inspirar esta escena en la campaña de difamación de los más radicales liberales en 1834 de que los frailes y los jesuitas de Madrid estaban envenenando los pozos y las fuentes?
Este comportamiento de auto-odio me recuerda a la explicación que dio la diputada podemita Carolina Bescansa cuando en una tertulia de televisión se dio la noticia de que España era líder mundial en trasplantes. La profesora de la Complutense tuvo que enlodar el hecho atribuyéndolo a las muchas muertes de jóvenes en las carreteras. Aparte de mentir, Bescansa demostró que ella y sus camaradas no admiten nada bueno, ni positivo por parte de los españoles.
Insultos a las gestas de la nación
Nos hemos acostumbrado a que los defensores de la revolución bolchevique, el castrismo, la Pasionaria, Marcos Ana (tres asesinatos probados), Chávez y Maduro insulten el 12 de octubre, la reconquista de Granada, la guerra de la Independencia y otras gestas de su nación. Al menos provocan la reacción popular, que no la oficial, ya que los funcionarios están muy ocupados sumando sexenios y los políticos de derechas piensan que lo importante es mirar al futuro. Pero no se detienen en los acontecimientos más polémicos, militares o religiosos o políticos, sino que se extienden los científicos, sociales o filantrópicos. Porque no pueden dejar nada sin manchar. Como nuevos Azaña y Gil de Biedma, están convencidos de que la historia de España es un espantoso error y de que los españoles llevamos dentro un "franquito" (como dijo el académico Juan Luis Cebrián, el mismo que adjetivó a la Reconquista como "insidiosa"). Por tanto, todo lo español es despreciable y repugnante, y los españoles deben ser purificados de su maldad congénita mediante los medios de adoctrinamiento. Los españoles sólo pueden enorgullecerse de su cine.
Los últimos de Filipinas y 22 ángeles son películas horribles, tanto por su realización, como por su intención. La ventaja es que son tan malas, pero tan malas, que nadie las ve ni las verá por mucho que se emitan por televisión.