Gema Monge, hija de Camarón de la Isla, lleva unos meses representando una función teatral sobre la vida de su padre. Es su debut como actriz. El espectáculo lleva por nombre Eterno Camarón y en él la joven de treinta y cuatro años incorpora el papel de su madre, Dolores Montoya, a la que siempre llamaron familiarmente "La Chispa". También actúa el hermano mayor de Gema, Luis Monge, tocando la guitarra, que es lo suyo desde que era muy niño. Antes de que se alzara por vez primera vez el telón con esta obra la familia de Camarón de la Isla, conocido el libreto, dio su visto bueno. No recordamos que hubiera muchas actrices gitanas en la escena española, si exceptuamos las que únicamente aparecían cantando y bailando. Puede que Pastora Imperio, artista calé nacida a últimos del siglo XIX, una de las pocas que tuvo importantes papeles dramáticos, reforzados desde luego por sus aptitudes flamencas.
Gema Monge tal vez haya empezado algo tarde su carrera, pero está muy ilusionada estas últimas semanas, cuando pasó por el madrileño teatro de La Latina, lo mismo que por el Lope de Vega, de Sevilla, otro de su localidad natal, San Fernando y en algunos más de distintas ciudades andaluzas, donde el nombre de Camarón de la Isla es venerado como un genio que revolucionó el buen cante y atrajo a cientos y cientos de seguidores jóvenes. Murió apenas con cuarenta y un años, en Badalona, el 2 de julio de 1992.
Gema Monge tenía entonces diez y recuerda a su progenitor cuando todos los días, nada más levantarse, iba corriendo a darle un beso a la cama y volvía a abrazarlo cuando ya se incorporaba para desayunar. "Era un hombre muy familiar –comenta Gema- que le gustaba mucho estar con nosotros, sus cuatro hijos y si se iba de viaje estábamos ansiosos porque volviera pronto. Todavía pensamos que en algún momento va a entrar por la puerta de casa. Cada día se sigue hablando mucho de él, sus discos se reeditan, se escuchan, continúan teniendo poder. Ni que decir que en nuestra familia está siempre presente".
Añade asimismo Gema Monge que le es difícil "hacer de mi madre en la función". Pero cualquier sobresalto diciendo su texto se compensa con el resultado final, cuando ya está en su camerino y entran gentes a abrazarla, felicitándola por su emotivo trabajo. "Y en la calle, al reconocerme, me paran, me besan, me tocan…" Considera que su cometido, a pesar de la familiaridad que le inspira el argumento, precisa de esfuerzo, de estudio, así es que se plantea tomarse en serio su profesión, preparándose para ser una buena actriz.
Su madre, "La Chispa", está contenta del rumbo que ha tomado Gema. Cuando se casó con Camarón de la Isla, con José, el 16 de junio de 1976 (este verano, por lo tanto, hará cuarenta años de ello) lo hizo muy enamorada. Fue una boda a la que acudieron gitanos de todas partes. Tumultuoso acontecimiento calé cuyo convite se extendió a lo largo de tres días, donde corrieron toda clase de viandas y bebidas, en medio de la gran e interminable juerga. ¡Hasta Curro Romero se marcó algún que otro cante…!
Amante de los niños, le encantaba la idea de tener varios churumbeles, siendo él componente de una familia numerosa. Pero resulta que "La Chispa" no se quedaba embarazada y llegó a preocuparse seriamente, preguntándose si es que no podría tener descendencia. Porque el problema, si lo había, sería suyo, se decía a sí misma, dado que José le había confesado antes de la boda ser padre de una niña con una novia que tuvo durante cuatro años en Barcelona. Perdió el primer bebé que esperaba la pareja y, por fin, el 5 de febrero de 1979 les nació el primogénito, Luis, llamado como el padre del cantaor, al que ya con muy poquitos años empezó a darle clases de guitarra un profesor de La Línea de la Concepción. Otro aborto sufrió "La Chispa", quien tuvo la parejita, una niña a la que bautizaron con el nombre de Gema, nacida el 2 de octubre de 1981. Rocío llegó al mundo el 4 de noviembre de 1983. Camarón de la Isla deseaba darles un hermanito, un varón para así completar la doble pareja. Lo consiguieron el 11 de noviembre de 1990, y al chico lo bautizaron con el mismo nombre que el padre, llamándolo Joselito en familia.
Con sus cuatro vástagos Camarón de la Isla se consideraba el padre más feliz del mundo, los sentaba en sus rodillas uno por uno, les cantaba y si se presentaba alguna inesperada visita mostraba su malhumor, pues no quería recibir a nadie que no fuera de su familia o amigos íntimos. Tampoco quería ponerse al teléfono si llamaba algún periodista y le hacía saber a Dolores, su mujer, que no estaba disponible. Realmente se comportaba así con la prensa, como pude comprobar personalmente.
Debió ser una tarde de 1989 cuando en el restaurante- tablao "Casa Patas", en Madrid, el director-general de su casa de discos, Polygram, le entregaba un disco de oro por las ventas de "Soy gitano". El responsable de Comunicación, amigo mío, me preguntó si quería saludar al cantaor. Fui efectivamente presentado a José Monge. Traté de enhebrar un breve diálogo y él apenas si me respondió con un par de monosílabos, mirando para otro lado, cabizbajo. Era de una timidez enfermiza y desde luego enemigo de cualquier contacto periodístico. Jamás volví a plantearme un reencuentro con él.
Realmente su mundo, fuera de las veladas que disfrutara con su panda de amiguetes, en Madrid o en la provincia de Cádiz, su tierra, se centraba en los suyos. Si estaba de viaje no dejaba de interesarse telefónicamente por su prole, como recuerda "La Chispa". El día de los Reyes Magos era un jolgorio en casa, llena de juguetes comprados por él o su mujer. Todo lo demás le traía sin cuidado, incluidos los premios o las fiestas ajenas a su entorno. Era un genio en lo suyo y nada ni nadie pudo hacerle cambiar en sus costumbres.