Con el zombi/infectado hace ya tiempo aposentado, quizá demasiado, en la cultura y la mitología más popular -agradézcanselo, en lo bueno y en lo malo, a The Walking Dead-, el particular cóctel que ofrece Extinction, coproducción española de ambición internacional dirigida por Miguel Ángel Vivas (Secuestrados) quizá no resulte sorprendente, pero sigue resultando jugoso. Basada en la novela de Juan de Dios Garduño Y pese a todo... la película se inicia con un indefinido fin del mundo que pronto se revela una mera excusa, la que permite desplazar la película de la ciencia ficción y el terror hacia el puro western y el drama, servido por una riña masculina entre dos hombres envenenados, un conflicto amistoso-familiar así como ciertas reflexiones sobre la paternidad que pronto se convierten en el centro del relato.
Extinction es una de esas películas que toman forma de survival horror, pero uno más contemplativo, en el que los tropos del terror son incluso menos importantes que los personajes. Suena a tópico, y lo es, pero es la verdad. Tres seres humanos aislados, tres islas en un paraje desolado son el detonante de un drama casi familiar minimalista y bastante áspero con guiños a Lovecraft (esa marquesina anunciando En las montañas de la locura...) y ecos de The Road de McCarthy, Soy leyenda de Matheson y ciertos recursos de Apocalipsis de King (el virus no se llama "capitán Trotamundos", pero que la novela se ambiente en Bangor, Maine... tiene que significar algo) que de la serie B más retozona. No estamos ante un filme perfecto (hay decisiones discutibles, falta cierto basamento dramático que deriva en una primera mitad morosa) y el tono dramático y triste puede no ayudar a cierto sector de público, pero desde luego Vivas sabe cómo apretar las tuercas a la historia, aprovechando la entrega de sus actores, destacando -más bien por lo agradecido del papel- un Matthew Fox (Perdidos) tan fiero como vulnerable, un actor que pide más sitio en la industria y que aquí está absolutamente impecable.
Eso no descose las hechuras de serie B del filme, al que Vivas añade un extra propio, un notable músculo en el par de escenas de acción que adornan el relato y que hacen olvidar algún efecto visual poco sofisticado al tiempo que confirman su potencia narrativa, visual, a la hora de orquestar secuencias poderosas en pura y dura progresión. Extinction no es de esas películas, nunca llega a explotar totalmente, pero estamos ante un director que sabe generar tensión, prolongarla y que, en definitiva, no teme moverse con fidelidad por las coordenadas de lo que llamaríamos cine de género, pero a la vez tensando un poco su cuerda hacia territorios más ariscos sin resultar pretencioso. Digo esto porque el pesimismo y crudeza de Secuestrados se repite, en cierto modo, en Extinction, si bien atemperado por las necesidades de una historia personal más triste, fría y en extremo contenida. La gesta internacional de Vivas, que le une a otros realizadores españoles como Fresnadillo, Bayona, los Pastor o Cortés (todos ellos, no por casualidad, vinculados al cine de género) ha comenzado con un show estimable.