Colabora

Howard Ashman, el letrista Disney sin final feliz

Triunfó como director teatral, productor, guionista y dramaturgo. Ganó 2 Oscar y murió a los 40 años. Su historia no fue un cuento de hadas.

Howard Ashman | Disney.wikia.com

Hace 25 años se estrenó La Sirenita, la película que con sus cuantiosos beneficios puso a Disney en una situación privilegiada. Un triunfo económico y también artístico gracias a personajes memorables y una espléndida partitura. Detrás de ella, el equipo formado por Alan Menken y Howard Ashman, consagrados meses después gracias a los dos Oscar de la Academia: uno para la música, otro para el inolvidable calipso Under the sea. Una noche feliz para ambos. Dos días después, Ashman anunciaba a su colega que padecía sida.

Para descubrir a Howard hay que viajar a Baltimore, populosa ciudad del estado de Maryland que vio nacer a John Waters y morir a Edgar Allan Poe. Hijo de un fabricante de conos de helado, ya de niño cumplía los tópicos del futuro artista: según palabras de su hermana, comenzó a escribir en cuanto supo sujetar un bolígrafo y a dirigir cuando supo transmitir sus exigencias a la gente. Descubrió el cine cuando acudió con su abuela a ver una película de Disney. Aspirante a dramaturgo, pasó por las universidades de Boston e Indiana. En su etapa como director artístico del WPA Theater de Nueva York estrenó sus primeras obras y conoció a Alan Menken, su mitad musical.

Primeros éxitos

Menken era un compositor neoyorquino con varias creaciones en cartera que nunca vieron la luz. Juntos lograron estrenar en 1979 God bless you, Mr Rosewater, basado en una novela de Kurt Vonnegut. El moderado éxito de la obra fue ampliamente superado por el de La pequeña tienda de los horrores tres años después. Convertida en clásico del off -Broadway -la versión low cost de los musicales americanos- y basada en el título de culto de serie B de 1960, este trabajo ya mostraba las que serían señas de identidad del dúo: cóctel de estilos melódicos, brillantes temas para villanos con personalidad –el sádico dentista y la planta carnívora protagonista, en este caso- y uso inteligente y moderno del coro, al estilo del teatro griego.

En 1986 se adaptó al cine, con guión de Ashman, y los avispados artistas añadieron una canción nueva que se coló entre las nominadas al Oscar, comenzando así su idílica relación con los Premios de la Academia.

Parte de su mundo

Tras estrenar la fallida obra Smile, con partitura de Marvin Hamlisch, y mientras componía un tema para Oliver y su pandilla, ya en los estudios Disney, oyó hablar del proyecto largamente acariciado de La Sirenita, el que iba a ser primer cuento de hadas de la compañía en 30 años. El letrista se introdujo de lleno, incluso como co-productor: la historia se planteó como un gran musical, dirigido también a un público adulto, con grandes figuras de Broadway escogidas por él mismo para prestar voz a los personajes.

En la fabulosa banda sonora brillaron los ritmos reggae y la poderosa Part of your world, balada interpretada por una sensual Ariel muy alejada de la romántica figura de Andersen. Tras la resaca de los Oscar, el de Baltimore anunciaba su enfermedad a su colaborador.

Menken y Ashman con sus galardones por 'La Sirenita' | Fanpop.com

Ashman no fue un letrista maldito atormentado por su sexualidad, como Cole Porter o Lorenz Hart. Todo lo contrario: vivió su vida desarmarizado. En sus canciones no se habla de amores imposibles y relaciones frustradas, aunque sí hay una constante: la de personajes insatisfechos en un determinado ambiente. Los personajes de La pequeña tienda de los horrores sueñan con escapar de una ciudad asfixiante. Ariel desea conocer otros mundos. Bella se ahoga en su pequeña aldea y se siente incomprendida.

En cualquier caso, el drama personal del autor comienza con su contagio del sida, en 1988, cuando la epidemia se encontraba en pleno apogeo. "Estaba aterrado de que lo descubrieran y le despidieran, o de que sus amigos no dejaran a sus hijos sentarse en sus rodillas", ha relatado Menken.

Aunque muy debilitado en poco tiempo, Howard no paró de trabajar: una vez más ejerciendo de letrista y productor –esta vez ejecutivo-, con La bella y la bestia se superaron los logros alcanzados en el anterior largometraje. Con un espectacular sentido musical y números impresionantes – el Be our guest que cantan en el castillo, un homenaje al music-hall francés, o la escena del antológico vals-, se benefició una vez más de las grandes aportaciones de Ashman.

Suya fue la idea de los objetos encantados parlantes, un hallazgo cómico y narrativo. La historia de amor de Bella y la bestia avanzaba a medida que su salud empeoraba, hasta el punto que gran parte de los animadores se trasladaron a su casa a trabajar. Más adelante solo pudo estar presente por teléfono: "Hazlo más al estilo Streisand", indicaba a la dobladora de Bella. La película está llena de metáforas sobre la enfermedad: los pétalos de la rosa marchita caen como gotas de sangre, y la bestia es presa de su aspecto exterior, de su cuerpo.

Fallecimiento y legado

No pudo ver terminada La bella y la bestia. Sus compañeros le visitaron tras el primer pase de prensa para transmitirle la buena impresión causada en la audiencia. El productor Don Hahn le dijo al despedirse: "Va a ser un gran éxito, ¿quién lo hubiera pensado?". "Yo", contestó Howard. Murió el 14 de marzo de 1991, apenas medio año antes que Freddy Mercury. La película volvió a triunfar en la gala de los Oscar: de nuevo música y canción, que recogieron Alan Menken y el arquitecto William P. Lauch, pareja del fallecido, a quien dedicó el galardón: "Howard y yo compartimos una casa y una vida juntos".

El proyecto musical de Aladdín quedó truncado con la muerte del letrista. Se requirió a Tim Rice (Jesucristo Superstar, Evita) para terminar la labor. Tres canciones escritas por Ashman sobrevivieron en el film: Arabian nights, Friend like me y Prince Ali, estas dos últimas cantadas por el genio. Menken siguió explotando la fórmula del musical Disney hasta su agotamiento (Pocahontas, Hércules, El jorobado de Notre Dame), probando con diferentes letristas pero sin alcanzar los niveles de excelencia de los inicios de los 90. Sus tres películas animadas con Howard saltaron a Broadway, con desigual éxito. Hace tan solo unos meses el compositor dedicaba la nominación al Tony por Aladdín a su añorado amigo.

En 2001 fue nombrado Leyenda Disney en el paseo de la fama de la factoría, en cuyo historial ultraconservador no termina de encajar alguien como él. Su legado: un buen puñado de canciones que se han cantado durante las últimas dos décadas en todo el mundo. No obstante, el mejor homenaje a su trabajo descansa al final de los títulos de crédito de La Bella y la bestia: "A nuestro amigo Howard, quien dio su voz a una sirena y su alma a una bestia. Te estaremos eternamente agradecidos".

Temas

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario