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Juan Manuel González

Crítica: 'Los Juegos del Hambre. Sinsajo, parte 1'

Sinsajo es una película asombrosamente madura, quizá demasiado. Y definitivamente, sale perjudicada de ser sólo la mitad de la historia.

Una imagen de Sinsajo

Debo reconocerlo: el comentario de Los Juegos del Hambre. Sinsajo. Parte 1 se me está atragantando. No porque las novelas super ventas de Suzanne Collins me sean ajenas (que va a ser que sí) o por rechazar la disciplina de las películas evento de Hollywood. Tampoco por la propia película, todo lo madura y oscura que puede ser una saga destinada al entretenimiento de masas. El problema es que Sinsajo es media película, no una completa, la mitad de una entrega bélica y dramática concebida a modo de colofón de un desenlace extendido que, al igual que las últimas entregas de Harry Potter y Crepúsculo, ha sido dividido en dos partes para que 1) sus fans no se pierdan absolutamente nada de la despedida de Katniss Everdeen, el personaje interpretado por una excelente Jennifer Lawrence, y 2) prolongar un libro en dos películas obligándonos a pasar dos veces por taquilla.

Este factor, que determina y limita tanto las virtudes como los defectos de Sinsajo (y de paso el alcance de todo este comentario, absolutamente inútil cuando se estrene la última película), marca de muerte una obra densa y oscura, en la que la pasión juvenil que presuponemos a un triángulo amoroso de púberes se apaga entre los escombros de una civilización distópica, sometida a las maneras dictatoriales del presidente Snow (Donald Sutherland, el único que se lo pasa bien subiendo las cejas en pose malvada).

Sinsajo 1 funciona, a la espera de la gran batalla final, como una especie de versión torturada de La Teniente O'Neil, una en la que la sufrida heroína se entrena para un combate inminente mientras se somete –muy a su pesar– a los dictados de la propia resistencia, aceptando convertirse en una construcción ficticia, una pieza en una guerra mediática que inspire la revolución. Al igual que los protagonistas de Perdida, el último filme de David Fincher, Katniss parece escindida entre su identidad pública y la privada, entre el símbolo que han hecho de ella para proyectarlo, y sus verdaderas inquietudes. Ése y no otro es el motivo de la cinta de Francis Lawrence, más ocupada en reflexionar sobre el valor de la propaganda bélica y los medios de comunicación que en proporcionar una aventura fluida al público. En Sinsajo 1 el combate entre dos bandos se libra en las pantallas de plasma, en los mensajes cruzados entre uno y otro extremo, jamás en el campo de batalla. Y en consecuencia, se trata de una película que en vez de hacer ostentación de medios decide ocultarlos en beneficio del subtexto y el drama personal: los bombardeos del Capitolio son mostrados desde el interior del búnker, en una secuencia que podría estar extraída de cualquier drama británico de la Segunda Guerra Mundial; y la espectacular voladura de una gigantesca presa se orquesta al ritmo de una triste canción funeraria.

A veces, no obstante, Sinsajo quiere explotar de épica, pero ella misma sofoca la llama convirtiendo esos arrebatos en sucesos fugaces, contradiciendo incluso los amagos de la estupenda música de James Newton Howard. ¿En qué quedará una vez juntemos sus dos piezas? Probablemente un épico estudio de una heroína a su pesar, en una detallada crónica de un golpe de estado y una revolución futurista que comienza desde los medios de comunicación, precisamente el arma del poder para someter al pueblo. ¿Y en qué la saga de Los Juegos del Hambre? En el contraste entre una joven abocada a la fama y ese avatar social, la "chica en llamas" que se visualizó en la segunda película. Pero se lo juega todo hasta la llegada de la próxima y última película, dejándonos con ganas de marcha.

Una lástima que, de momento, este Sinsajo se quede sin alas, a la espera de la gran batalla final que presumiblemente nos contarán en la segunda. La película, mientras esto llega, se ve obligada a descansar en el pilar más débil de toda la serie, la relación entre Katniss y Peeta, encarnado por un anódino Josh Hutcherson y quizá la pieza menos interesante de todo el mosaico. El director Francis Lawrence nos pide una y otra vez que nos sintamos conmovidos por la probable tortura del eterno segundón, y aunque tiene el buen juicio de ocultarnos el suplicio, no nos conmueve el aire trágico del entrañable pagafantas. Por suerte Jennifer Lawrence se carga a las espaldas toda la película al tiempo que parece pedir incluso más, saliendo incólume de la prueba con una excelente interpretación. Sinsajo 1 es una película oscura y madura, pero la decisión creativa (y económica) de sus responsables deja al público con ganas de ver al pájaro levantar el vuelo.

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