La gran revancha enfrenta a dos estrellas veteranas y un tanto de capa caída, Sylvester Stallone y Robert De Niro, en un combate de ficción que también refleja el estado de sus respectivas carreras. Sus personajes, Henry "Razor" Sharp y Billy "The Kid" McDonnen, son dos ídolos noqueados en busca de una segunda oportunidad, dos boxeadores destinados a un último asalto que no se cansan de repetir aquello de que, ya saben, están demasiado viejos para esta mierda. Los dos actores que los interpretan, Sly y De Niro, son también dos iconos de la cultura popular, propensos a reírse de sí mismos y encantados de jugar de nuevo con sus dos personajes más conocidos, Rocky Balboa y Jake LaMotta. La historia de La gran revancha es sobre boxeadores, pero tiene su doble sentido, porque todos ellos, personajes y estrellas, representan a la perfección el tema de la película: el ocaso del héroe.
Odio ser el aguafiestas, pero con un guión mejor pulido y, sobre todo, en manos de un realizador con más clase (se me ocurre el propio Stallone, que con sus muchas limitaciones sabe lo que implica tener ritmo en las piernas), La Gran Revancha podría haber estado rematadamente bien. Pero con el responsable de comedias como 50 Primeras citas o Ejecutivo Agresivo tras las cámaras, Peter Segal, la película rebaja su octanaje al mínimo exigible de las "feel-good movie" actuales, llevando las excusas del soso guión hacia el terreno telefilmesco, recurriendo al humor tonto en las partes cómicas (pese a un memorable Alan Arkin), y en general sin transmitir ninguna visión o tono definidos sobre el todo.
En realidad, Segal filma la película como si se tratara una de sus comedias con Adam Sandler o Eddie Murphy: le da un poco igual por dónde encuadrar la acción, que el guión se olvide de la rivalidad entre Razor y Billy cuando le viene bien (de hecho, durante la sección central del largometraje sus personajes hablan y hablan sin decir nada relevante), e incluso descuida las escenas de combate y entrenamiento, las únicas en las que destaca la labor del veterano director de fotografía Dean Semler, responsable de la imagen de Bailando con Lobos o Apocalypto.
La gran revancha se extiende así hasta casi los 120 minutos, media hora más de lo estrictamente necesario, malgastando subtramas sentimentales y gastando minutos intentando que nos importen. Menos mal que ellos, sus actores, lo bordan y elevan la película por encima de lo que realmente es: Stallone parece pertenecer al universo que se ve en pantalla, está perfecto en el papel que le dio la fama y que, por tanto, le pertenece para siempre. De Niro ya sabemos cómo las gasta de un tiempo a esta parte, es decir, sin ningún tipo de vergüenza (ajena), y la verdad es que aquí la jugada tampoco le sale mal. El resultado, lo reconozco, es una comedia dramática agradable y con un puñado de buenos gags no demasiado sofisticados, pero tremendamente eficaces (quédense un poco a los títulos de crédito). Pero todo se queda en los titulares de la película que realmente queríamos ver.