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Juan Manuel González

El libro definitivo sobre George A. Romero, el padre de los zombis

George A. Romero, maestro vivo del cine de terror, cumple 76 años. El valor de su aportación resulta ahora incuestionable.


En escasos días se emitirá -con descomunal éxito, se admiten apuestas- el capítulo de regreso de la serie The Walking Dead. También se espera una nueva entrega de la superproducción de aventuras Guerra Mundial Z, protagonizada por Brad Pitt, en la que una hecatombe zombi doblega el orden mundial. La conclusión es obvia: el zombi está de moda, ahora más que nunca; pero la labor de su gran codificador, el director George A. Romero, todavía por descubrir por muchos aficionados y nuevas generaciones de admiradores. El veterano neoyorquino cumple ahora 76 años, y su legado no ha perdido un ápice de actualidad.

Su trabajo fundacional, La noche de los muertos vivientes (1968) sobrevive como la base sustentante del terror moderno y todavía hoy la génesis del mito del "zombi" en todas sus variedades y derivaciones. Luis Pérez Ochando, autor del libro George A. Romero. Cuando no quede sitio en el infierno (Ed. Akal, Colección Cine), ha abordado de manera extensa la carrera de un maestro vinculado al cine de terror y, según muchos, todavía poco reconocido, al menos en nuestro país. Ochando analiza la trayectoria del director y valoriza de manera propia e intransferible el género de terror.

"En su cine, Romero aborda continuamente toda una serie de problemas sociales, culturales y políticos de la sociedad estadounidense", asegura Ochando, autor del primer libro en español que desglosa las claves del cineasta, en una entrevista personal. "Romero llegó a plantearse sus películas como una serie de instantáneas de su tiempo, en la que quedaran patentes los conflictos de cada momento, desde la guerra de Vietnam en The Crazies o La noche de los muertos viventes hasta el consumismo hedonista en Dawn of the Dead, pasando por la división de clases en La tierra de los muertos vivientes o la manipulación mediática en El diario de los muertos". El cine de Romero, en definitiva, está marcado tanto por la visión crítica de su autor como por una serie de constantes formales que hacen de Romero un cineasta inclasificable. Pero resulta imprescindible retrotraerse a sus orígenes. Según explica Ochando, "La noche de los muertos vivientes fue una película que me cautivó totalmente desde adolescente, pues en ella se atisbaba algo más de lo que se podía percibir a simple vista. Fue, sin duda, la obra que me hizo preguntarme por primera sobre el significado de las películas, sobre qué es el miedo y por qué nos gusta".

Un debut en el largometraje en el que se encuentran las claves de su autor, obsesionado por un mundo poblado por muertos vivientes, pero también por personajes atrapados en vida. "Lo que realmente les limita y les confina es que creen que las barreras son insuperables y que no pueden escapar. Esa limitación asumida e interiorizada es lo que realmente les mantiene atrapados; por lo tanto, el principal miedo que expresan es el miedo al cambio. Todos los personajes de Romero se enfrentan ante una situación abrumadora ante la que es preciso reaccionar; sin embargo, muchos de ellos prefieren seguir viviendo como hasta ese momento".

Sin embargo, Romero trabaja el género de terror, lo que automáticamente supone una descrédito frente a otros cineastas. El libro de Ochando, Cuando no quede sitio en el infierno, sirve también como defensa de un género que expresa inquietudes profundas y que puede albergar una poética propia. Al fin y al cabo, "el terror nos obliga a mirar a todo aquello que la cultura dominante esconde, nos lleva allí donde el orden racional se desmorona y ya no podemos sentirnos seguros". Y de postre tiene mucho que ver con lo reprimido, la angustia y la violencia, lo que tampoco ayuda frente a los críticos. "John Carpenter afirmaba en una de sus escasas entrevistas que el cine de terror seguía estando considerado como un género menor, apenas un par de grados por encima de la pornografía"... todo ello frente a otras formas de arte que a simple vista resultan "más adultas, más maduras".

Lejos caer en el olvido, el muerto viviente está de más actualidad que nunca. El zombi, tras erigirse un símbolo contracultural, parece haber sido fagocitado por el gusto mayoritario a través de dramas televisivos, películas de acción aptas para todos los públicos, incluso comedias románticas protagonizadas por muertos vivientes. ¿Por qué hemos abrazado al monstruo de esta manera tan brutal? ¿Acaso le hemos quitado su significado? "Durante la última década, la corriente dominante del género ha sido, sin lugar a dudas, la apropiación, es decir, la asimilación de las formas y rasgos estilísticos de cualquier película que -hoy o en el pasado- haya sido exitosa o haya generado un fenómeno de culto", explica Ochando.

Por eso, "los zombis de los últimos años no son meramente una metáfora del capitalismo voraz -explica Ochando- sino que, por el contrario, expresan un profundo miedo a las masas, tanto a las masas como sujeto activo que ocupa el espacio público como al hecho de perder la individualidad dentro de la masa y convertirse en una boca más dentro de la horda". Parece que el mito se adapta a los tiempos.

El mayor logro de Romero, sin embargo, está lejos de la saga zombi a la que todavía se le asocia, por mucho que resulte el ejemplo perfecto de su cine. Para Ochando,"la mejor película de Romero es Martin, una historia sobre un muchacho que cree ser vampiro en medio de una sociedad envejecida, ruinosa y desintegrada".

George A. Romero. Cuando no quede sitio en el infierno, está ya a la venta en librerías especializadas.

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