Mientras veía 3 bodas de más, el gran intento del cine español de asaltar la taquilla pre-navideña, no podía dejar de pensar en la célebre Algo pasa con Mary. Al igual que aquella, todavía hoy la mejor película de los Farrelly, y una comedia romántica y cafre mejor escrita de lo que parece, la tercera película del director Javier Ruiz Caldera se mueve dentro del territorio del romanticismo gamberro, lo que da la medida del potencial comercial de la apuesta. Quizá no sea una comparación descabellada, no sólo en intenciones como también en resultados, en tanto Caldera se ha movido siempre entre la spoof-movie (Spanish Movie) y la comedia escolar (Promoción Fantasma), todas ellas en su variante abiertamente yanqui.
No hay nada despectivo en lo anterior. En 3 bodas de más su realizador da un paso más en esa progresión modesta pero ascendente, bien equilibrada entre ambición y resultados. Sin todavía enfrentarse a la madurez (ni falta que hace), Caldera toca la crisis y los vaivenes de la treintena en una versión alegremente golfa de Friends: ¿hay algo peor que tu ex novio se case con otra y te invite a su boda? Sí, que lo hagan tres seguidos. Sólo con eso 3 bodas de más acierta en su fórmula comercial como ninguna otra comedia española en años: resumiendo, cierta vocación romántica para las féminas, humor bestia para ellos, y algunas notas de nostalgia ochentera para todos.
Desgraciadamente la película tiene los mismos defectos que las anteriores, ciertos desequilibrios que amenazan una sólida estructura... por mucho que, al final y pese a los desmanes, consiga salir intacta. A Caldera le falla un miembro trascendental del reparto, en un error de cásting que resulta aún más flagrante en comparación con lo ajustado del resto del equipo. O ese abrupto final que descompone la sólida estructura del invento, férreamente organizado en torno a tres bodas que marcan la evolución dramática. Y sí, hay algún puchero y diálogo de más. Pero 3 bodas de más es un screwball actractivo y que se resuelve bien, aunque sea a golpe de ocurrencia cavernícola: la sucesión de chistes es constante (alguno de ellos memorable), Quim Gutiérrez demuestra su supremacía en la comedia, y en definitiva su tono es de lo más simpático y agradable, por no decir tremendamente honesto.