En algún universo alternativo y quién sabe si imaginario, Los becarios podría haber sido una película de Ken Loach, sobre todo ahora que al británico le ha dado por contar sus historias en clave cómica. Pero resulta que no, que la película la dirige el responsable de las dos Noche en el Museo, que sus protagonistas son Vince Vaughn y Owen Wilson, dos de los adalides de la comedia cafre americana, y que en vez de los grises y mojados barrios de ladrillo del inglés tenemos la arquitectura industrial y el impagable solete californiano, lo que para algunos supondrá un inmediato descrédito y abaratamiento de la propuesta.
Y la verdad, puede que sea así, pero no exactamente por lo mencionado más arriba. La película de Shawn Levy está concebida en torno a sus dos cómicos, Vaughn y Wilson, que parecen más contentos que nadie -incluso que nosotros- de reencontrarse ante las cámaras después de ocho años, los transcurridos entre ésta y la muy exitosa De boda en boda (2005). Y Los becarios, pese a su atractiva idea de base, tampoco es la mejor aportación de la moderna comedia americana, género infravalorado donde los haya pero que últimamente tampoco encuentra un revulsivo adecuado en su tránsito ¿necesario? a la madurez (con permiso de Apatow y su interesante Si fuera fácil).
Por mucho que la causa del despido de sus dos protagonistas, dos vendedores a los que el mundo digital deja en volandas, sea el cambio del modelo real al digital, la cinta no deja de mencionar de pasada los cadáveres que deja la crisis económica y el tránsito a un nuevo modelo, sea cual sea éste. Todo ello con dos elementos de cuidado que llevan la película al territorio de comedia "peterpanesca" y esa apología de la amistad masculina que tanto sustento ha dado al género, pero que esta vez entra en contradicción consigo misma en cuanto se apoya demasiado en una filosofía del "product-placement" -sí, Google, tú que me estás mirando- que resulta demasiado evidente. Los becarios, hablando claro, podría haberse hecho muy fuerte como sátira sobre ese nuevo tipo de entorno empresarial a lo parque de atracciones que son los pasillos de una corporación como Google, posibilidad que sus responsables no tardan demasiado tiempo en desechar.
Aunque al final, Los becarios tampoco llega a dejar mal sabor de boca. La aparición hilarante de un nervioso Will Ferrell, el descanso para la vista que supone Rose Byrne, y el suculento reverso tenebroso de Jerry Maguire que asoma de cuando en cuando, entre referencias mil a la comedia universitaria, le prestan algo de andamiaje al tema, que pese al inevitable exceso de duración -mal endémico del género- se deja ver bastante bien.