Si en los 90 Hollywood redescubrió el filón catastrofista de los 70, desde hace unos años -y quizá como alegoría de los tiempos que corren- el cine apocalíptico parece haberse apoderado de gran parte de las producciones de género. Ya en la primera película de los barceloneses Álex y David Pastor, Infectados, éstos retomaban el subgénero zombie para darle una interesante y amenazante visión realista en una película con producción y ambientación estadounidense, sin duda todo un logro para quienes hasta ese momento eran tan solo unos cortometrajistas españoles. Ahora, en su regreso a nuestro país -en un viaje inverso bastante singular- los dos hermanos prosiguen ese repaso al género apocalíptico y facturan Los últimos días, una de esas grandes (o medianas) producciones del cine español que durante el último año han conseguido reanimar la cuota de pantalla y de paso restaurar la confianza del público mucho más que alguna que otra muestra de autor prematuramente olvidada.
En Los últimos días una epidemia de pánico diezma inesperadamente la humanidad. Entre los supervivientes a esa oleada de agorafobia, que liquida a todo aquel que se atreve a salir al exterior, está Marc (Quim Gutiérrez), un joven embarcado en la búsqueda de su novia embarazada, y Enrique, un ejecutivo malhumorado pero resolutivo que trabajaba en su misma empresa (con el que Coronado demuestra su enorme habilidad para interpretar antihéroes amenazantes pero fastidiosamente cercanos). Ambos deberán colaborar para salir del edificio que les aprisiona, aunque sea por las alcantarillas de la Ciudad Condal...
Los Pastor desenredan la historia como sin de un capítulo de Perdidos se tratara, mediante una serie de flashbacks que completan información sobre los personajes y permiten establecer algunos nexos emocionales y, de paso, otorgar una textura más moderna al relato. Pese a hacer suyo ese recurso ya un tanto manido, que parece concebido para facilitar las cosas al público mayoritario, Los últimos días destaca en primer lugar por la habilidad de los hermanos para rodar con mucha destreza técnica una película muy movida y que funciona a dos niveles, tanto como viaje físico y épico, y por lo tanto como una gran producción de modos y maneras "americanos", y a la vez como retrato de una suerte descenso colectivo a los infiernos -las colas de racionamiento parecen las del INEM-, bastante minimalista en su plasmación cinematográfica, reflejado perfectamente en ese decorado subterráneo del cual los realizadores sacan un buen partido. En definitiva, combinación de las advertencias clásicas del género postapocalíptico con otras más actuales, locales y perentorias, sin que la ideología haga mella.
La alegoría que habita tras ese ataque de pánico agorafóbico de Los últimos días, la verdadera energía que se sostiene a la ridiculez del concepto y ciertas cursilerías, es el atrayente dibujo de una sociedad en crisis económica pero también más aislada que individualista, en la que el Apocalipsis y la desaparición del individuo podría estar representada en ese ir y venir entre la oficina, el piso y el centro comercial. Quizá en esa sensación verbalizada por uno de los protagonistas ("está pasando algo y no nos estamos enterando") demuestra de que el talento técnico de los Pastor, y que su manejo del cine de género, muy bien rodado pese a algo pomposo, no es plano y tampoco solamente industrioso, y sea la necesaria solución que el cine patrio viene pidiendo a gritos.