Si hay algo que demuestra el estreno de Hermosas criaturas es que el subgénero de romance épico-adolescente inaugurado por Crepúsculo nace y muere con esa popular saga. Porque la asunción de sus postulados, el de trasladar a los estereotipos del terror y la fantasía los tópicos de las historias de amoríos prohibidos adolescentes, en este caso con brujas de por medio, es precisamente la peor de las maldiciones para el filme dirigido por Richard Lagravenese, cuya exhibición en EEUU se ha saldado con un fracaso comercial no sé si esperado... lo que confirma que la saga creada por Stephenie Meyer es un fenómeno social y comercial indudable, pero en ningún caso un hallazgo cinematográfico o literario.
Adaptación de otra popular saga de novelas fantásticas para púberes, La saga de las dieciséis lunas de Kami Garcia y Margaret Stohl, la película escrita y dirigida por el guionista de Los puentes de Madison (sic) supera a su referente crepuscular en casi todo. Todo el reparto está mejor, no hay momentos especialmente sonrojantes en el relato, e incluso el show de efectos visuales añadido como coda final (por aquello de contentar a cuantos más, mejor) resulta superior al de la saga Crepúsculo. ¿Qué es lo que falla entonces en Hermosas criaturas?
Ubicada en los sureños parajes de una localidad rural de Alabama, la película narra el inesperado enamoramiento del quinceañero Ethan, un adolescente inteligente y solitario, que ve su vida cambiar cuando conoce a Lena Duchanne, una misteriosa joven perteneciente a un clan maldito, a la que el chico parece haber conocido en sueños... y que resulta ser una criatura sobrenatural, aparte de un verdadero imán para los problemas. El cambio de punto de vista, en este caso masculino, no altera el producto, que bascula en torno al amor de una pareja de chicos considerados como excéntricos o a contracorriente por el resto de la sociedad. La película de Lagravenese, pese a resultar en general anódina y carente de intensidad, no se queda en la metáfora vampírica e incide bastante en este tema, al tiempo que aporta una importante dosis de crítica al tradicionalismo y clasismo social, y también de humor negro, visible sobre todo en algunos diálogos y en las carismáticas (y caricaturescas) presencias de Emma Thompson, Jeremy Irons y la siempre subvalorada Emmy Rossum, y que sin duda la sitúa bastantes enteros por encima de las últimas muestras del género.
Pero pese a todo esto, a la elegancia visual de Lagravenese y a que, en definitiva, la aventura romántica tiene un desarrollo más sólido y correcto que la media, Hermosas Criaturas patina a la hora de coordinar ese mundo fantástico, un tanto artificial, con el ambiente cotidiano del que parte toda buena fantasía. La oscuridad que se desprende de esa crítica a la intolerancia religiosa deriva en caricatura, y Hermosas Criaturas, pese a su dignidad, tampoco resulta una aventura especialmente dinámica o carismática en sí misma. No obstante, el talento de Lagravenese para el drama se aprecia lo bastante como para valorarlo (esa mirada de Amma, Viola Davis, a un hechizado Ethan cuando éste se olvida de su amor), y la ambientación sureña resulta perfectamente adecuada al relato. Pese a su absoluta mediocridad, creo que en eso y en lo demás los espectadores salimos ganando.