En campaña todo vale reúne por primera vez en la gran pantalla a Will Ferrell y Zach Galifianakis, dos de las principales estrellas de la moderna comedia norteamericana ya sea en su encarnación cinematográfica o la televisiva. Bajo la batuta del director Jay Roach, recién salido (y premiado) de la aclamada miniserie política sobre la figura de Sarah Palin, El juego del cambio, la película aborda la contienda por hacerse con el control de un distrito de Carolina del Norte por parte de dos congresistas a cada cual más excéntrico, en lo que en definitiva no es más –ni menos- que un nuevo vehículo al servicio de dos comediantes natos y formidables como son los protagonistas de la comedia de culto El reportero y la estrella de la saga Resacón en Las Vegas.
En campaña todo vale tiene una primera hora sin parangón que en su último acto se desperdicia en beneficio de un desenlace utópico y bienintencionado. Ferrell y Galifianakis, cada uno en su registro cómico habitual, conducen la función de manera magistral y orquestan gags absolutamente memorables. El puñetazo del primero a un bebé (y aún peor, más tarde al perro de The Artist), la cena del segundo con su familia, que pone en apuros el aparente puritanismo de la familia, no suponen solo dos salvajes ejemplos de la concepción del gag de uno y otro, sino también de que En campaña todo vale es, o podría haber sido, un valioso ejercicio de sátira política y social, vista –eso sí- desde el perverso aliento friki de sus extraños protagonistas. Durante esa primera hora de metraje, En campaña todo vale suele acertar al compaginar de forma sana una acerada crítica al sistema (o mejor, a su utilización con intereses espurios), al político republicano (al que, eso sí, dirige todo el grueso de las burlas) e incluso a su votante medio, con el estereotipo cómico creado por sus dos estrellas.
Una lástima, por eso mismo, que Roach eche por tierra tantos méritos en un tercer acto conciliador, moralista e ideal, que no acaba de poner el necesario broche de oro a lo que hemos presenciado hasta ese momento. En campaña todo vale es, de todas formas, una muestra más que aceptable del buen músculo del género cómico en su variante satírica, y deja al espectador español preguntándose si en nuestro país tendríamos los arrestos necesarios para una crítica de los tópicos contemporáneos de las dos Españas -o mejor dicho, de la retórica pueril de los dos partidos mayoritarios- sin que saltasen todas las alarmas. Pese a la nada desdeñable tradición de humor ibérico y esperpéntico de cineastas como Berlanga, me da a mí que va a ser que no.