383, 665 y 886 millones de dólares. No, mi teclado no se ha vuelto loco. Son las cifras de recaudación mundial, sólo en cines, de la saga Ice Age, comenzada en 2002 por los estudios Blu Sky. Como se puede apreciar, unas cifras ascendentes que casi garantizan que pase lo que pase con la presente Ice Age 4: la formación de los continentes, el resultado compensará sin duda alguna a las arcas de Fox, la ‘major’ que las patrocina y distribuye, y también que sin duda en dos o tres veranos veremos una quinta parte de las aventuras del perezoso Sid, el mamut Manny y el tigre Diego.
Por lo demás, Ice Age 4 obedece a lo que podríamos definir como una secuela sui generis. El filme de Mike Thurmeier y Steve Martino incorpora personajes nuevos a la manada y explota los aciertos de las anteriores películas (la conocida ardilla Scrat, que adorna con sus intervenciones el sencillo argumento de la cinta) al tiempo que suma alguna novedad de relativo calado, y es que esta vez existe un oponente claramente definido, ese capitán Gutt que en V.O interpreta Peter Dinklage (Juego de Tronos).
Por lo demás, Ice Age 4 es el típico y tópico divertimento de animación familiar veraniego. La excusa de la formación continental, causada por la puñetera ardilla en el excelente prólogo de la cinta, es una mera coartada para repetir el esquema de las anteriores. Ice Age 4 es una sencilla aventura infantil que adorna la apología familiar con algunas pinceladas de conflicto adolescente un tanto vulgar, sin duda lo peor del relato. Nada nuevo bajo el sol, ni tampoco nada nefasto: el sentido del humor que proporcionan personajes como el perezoso Sid (interpretado por un entregado John Leguizamo) y la mencionada Scrat, cada vez más cerca de destruir el planeta en pos de su ansiada bellota, ayudan a airear el panorama y hacer llevadera una secuela que, desde luego, no destaca por su ingenio ni por su factura técnica, a años luz de los logros de Pixar e incluso Dreamworks.
Existen, pues, dos maneras de aproximarse a Ice Age 4, la primera, aplaudiendo la funcionalidad y falta de pretensiones de una cinta simpática, que permitirá mantener a los niños disfrutando durante hora y media en la butaca, sin tampoco aburrir a los padres. O bien señalando que nos encontramos ante una franquicia en piloto automático, cocinada en un briefing más que por un verdadero guionista y que transcurre de forma agradable pero sin demasiado ingenio, sin aportar nada nuevo al panorama de la animación familiar o a la saga en cuestión. Ambas son verdaderas, de modo que –como siempre- ustedes eligen.
Ice Age 4, por cierto, viene precedida por un corto de Los Simpson al que se le pueden achacar los mismos defectos y virtudes que han podido leer más arriba.