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Póster Sombras tenebrosas

Sombras Tenebrosas lo tiene todo para ser una delicia. El filme, que adapta una famosa serie de televisión de culto de los años sesenta, supone el regreso del californiano Tim Burton a un universo gótico y camp repleto de personajes solitarios y homenajes al terror clásico que le es casi indisoluble. Y lo hace de la mano de su actor fetiche, el igualmente extravagante Johnny Depp, en la que es su octava colaboración con el director. Por si no fuera suficiente, al excelente reparto de secundarios, el realizador de la exitosa (e injustamente denostada) Alicia en el País de las Maravillas parece abordar el retrato de esta disfuncional familia con una de sus particulares mezclas de humor y horror tan propias de sus comienzos, cuando cintas como Bitelchus sorprendían al personal por su personal estilo visual, por su chocante mundo interior.

Quizá por eso resulta doblemente sorprendente la indolencia que se percibe en Sombras Tenebrosas. Tras un prólogo simplemente espléndido, la película se agota en apenas veinte minutos mientras el guión de John August y Seth Grahame-Smith (autor del best-seller Orgullo, prejuicio y zombies) plantea, a lo largo de minutos y minutos de infinita exposición, una serie de situaciones y relaciones que nunca desarrolla. Burton y sus plumillas no pueden gestionar la herencia de la serie original, que presumimos fuerte y pesada, y amontonan subtramas que entorpecen un relato que bascula de forma confusa entre la comedia cándida pero irónica y la mitología del cine de terror.

Burton parece sentirse más cómodo en ese excelente prólogo inicial, para más tarde abandonarse a sus propios amaneramientos sin encontrar el hilo del que tirar. El tono de dramedy de una serie de televisión de segunda asoma de cuando en cuando durante el largo segundo acto de la cinta, que sufre un exceso personajes y situaciones anecdóticas. Burton ni siquiera consigue que empaticemos con el héroe Barnabás, que nos confunde debido a su triple condición de asesino en masa (la hilarante escena de la comuna hippie, por cierto una de las mejores de la cinta), héroe romántico y pater familias disfuncional.

Una verdadera pena, ya que la aproximación humorística y autoconsciente de Burton tiene momentos dignos de aplauso. Algunos gags son simplemente memorables (atención a ese momento McDonalds...) y existen bastantes secuencias excelentes en sí mismas. Burton se chotea de los amaneramientos de los seriales televisivos, las convenciones y el cartón piedra del género de terror primigenio con una galería de personajes que parecen conscientes de haber vivido tiempos mejores. Y lo hace con la ayuda de un reparto adecuado: es de agradecer la recuperación para el cine comercial de la carnal francesa Eva Green (Casino Royale), como lo es también la presencia de Michelle Pfeiffer y la joven Chloe Moretz, cuyo personaje se resiente de un giro de guión lamentable. Y qué decir de Johnny Depp, quien proyecta toda su excentricidad caricaturesca en el personaje, y la partitura de Danny Elfman, el único de todo el equipo que aprovecha la ocasión para adentrarse en nuevos terrenos creativos.

Nada de esto oculta la sensación de hastío creativo que transmite el trabajo de Burton. El realizador de cintas tan notables como Big Fish y Sleepy Hollow y otra más mediocres (pero al fin y al cabo eficaces) como El Planeta de los Simios y la mencionada Alicia no ha sido capaz de afrontar un material que se le ajusta como un guante con el entusiasmo de hace una década.

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