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Póster Battleship

La guerra contra una raza extraterrestre se desata en Battleship, la primera película de verano de este año (y ya saben lo que eso significa, y sino, se lo cuento yo), y que no es la adaptación de otra película, ni de ninguna novela de ciencia ficción, ni siquiera de un videojuego de última generación... sino del juego de mesa Hundir la flota, de la compañía juguetera Hasbro, propietaria también de los Transformers que con tanto éxito han desembarcado en la gran pantalla.

Battleship parece sentirse bastante cómoda habitando ese sin sentido genérico. Como hija bastarda de la mencionada saga robótica dirigida por el inclito y criticado Michael Bay, realizador que ha dado cuerpo a los mayores temores de la crítica cinematográfica (y que a un servidor siempre le ha caído inexplicablemente bien), el argumento de Battleship se limita a trasladar el intento de colonización de una raza extraterrestre a un escenario del combate marítimo.

Casi como extensión de las películas de Bay, la que presenta ahora Peter Berg es la expresión máxima de lo que es el blockbuster veraniego del Hollywood actual: un moderno tebeo bélico hipervitaminado, sensual de una manera absurda, tremendamente infantil a un nivel emocional y absolutamente ridículo en su desarrollo, amén de muy poco sofisticado.

No obstante, su director Peter Berg, que empezó su trayectoria como actor y más tarde supo arrimarse al realizador Michael Mann con películas como las mediocres Hancock y La sombra del Reino (un servidor prefiere la socarrona El tesoro del Amazonas), parece bastante consciente de todo ello, a la vez que acomete el encargo con un entusiasmo casi adolescente. Gracias a su labor, a su capacidad de encuadrar y montar con ritmo non-stop la acción masiva de la película, Battleship acaba absorbiendo al espectador en su larga orgía de demoliciones urbanas, batallas navales y mascletás varias.

El realizador planifica algunas escenas con contundencia pero sabe matizar el gigantismo de Battleship con pequeños conflictos emocionales e incluso alguna que otra gota de suspense. Berg, en definitiva, abraza el patriotismo y la masculinidad de una pieza que recorren el guión, consciente de que no es momento de acometer el género de catástrofes o ciencia ficción desde una perspectiva tradicional y mucho menos sofisticada. Battleship es, simplemente, una gigantesca película de verano en su vertiente más jovial y menos sinuosa.

Lo que sí hace es diseñar todas y cada una de las secuencias de acción como si la película fuera el mejor regalo que le han hecho en la vida. Berg, incluso, parece paladear la escasa sutileza del invento a la hora de cambiar de registro (ya sea del romántico al cómico, o al de pura acción), y su escaso reparo a la hora de resultar ridículo acaba generando cierto aura de genuino encanto y colorista entretenimiento, que al fin y al cabo es lo único que se esperaba.

Battleship, una de esas películas que tienen más de juguete que de largometraje, nos da la bienvenidaa la temporada de blockbusters. No sé ustedes, pero a mí me hacía falta uno.

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