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Póster Esto es la guerra

Dos agentes de la CIA (Chris Pine y Tom Hardy), grandes amigos de la infancia, se enamoran de la misma mujer (Reese Witherspoon). En ese preciso instante, su amistad desaparece y ambos se embarcan en una carrera por seducir a la chica, en la que no dudarán en arriesgar su vida ni malgastar los recursos de la agencia para espiarse mutuamente... La premisa en la que se basa Esto es la guerra requiere, desde luego, de cierta capacidad para suspender nuestra incredulidad. No obstante, el problema de la cinta dirigida por McG no es precisamente ése. La cinta nos promete un caramelo de acción testosterónica, comedia gamberra y romance... que nunca jamás llega.

Pese a su vinculación al género de acción, no resulta tan sorprendente que sea McG, realizador proveniente del vídeo musical, quien haya puesto en escena una cinta guiada tanto por las coordenadas del género romántico como por los de espionaje como Esto es la guerra. En realidad, el director de la temible dupla de Los ángeles de Charlie y la ligeramente más estimable Terminator Salvation siempre ha mostrado cierta estima hacia la mezcla de clichés en su vertiente más desenfadada y pop, como lo demuestran las mencionadas adaptaciones de la serie televisiva de los ochenta.

No tenemos nada, o al menos no demasiado, contra la absoluta falta de pretensiones de Esto es la guerra. Pero en esta ocasión es que ni Michael Mann podría haber arreglado el desaguisado, dada la pobreza del guión, la nula química sexual entre los protagonistas, la poca sofisticación del desarrollo. La película no tiene inconveniente en mostrar a los dos machos como un par de cenutrios inmaduros, en explotar la faceta neurótica y despistada de Witherspoon, y autolimitarse, en definitiva, a construir un espectáculo pirotécnico y palomitero al servicio de la fotogenia de su trío de protas. Pero lo hace con un guión que apenas llega al nivel de proyecto y que parece clamar por varias reescrituras y un centrifugado completo, siendo más sorprendente todavía la insuficiente factura formal del producto (atención a los pobres efectos visuales del desenlace) y el desinterés de sus responsables de sacar provecho irónico de las necedades de sus protagonistas. En estas circunstancias, pese a que Chris Pine destile caradura y al atractivo de una Reese Witherspoon condenada a ejercer de simple mujer objeto, el resultado es un show cómico imposible de levantar.

McG nos obsequia de cuando en cuando con algún esforzado plano secuencia que demuestra cierto músculo visual, pero insiste, como en sus filmes anteriores, en considerar la narración cinematográfica como un collage poco depurado, aspecto que esta vez resulta todavía más evidente dado el pobre guión de la película. El autor Simon Kinberg, quien junto a otro par más de guionistas se limita a reproducir la jugada de la algo superior Sr y Sra Smith (obra, de manera casual, de él mismo), no le da ninguna estructura y se limita a acumular ocurrencias irregulares a lo largo de poco más de hora y media. De la comparación con Mentiras Arriesgadas de James Cameron, otra cinta dedicada a parodiar en parte el género de espías desde los mecanismos de la comedia romántica, mejor ni hablamos: la presente ni se le acerca pese a que ambas compartan la estilizada fotografía de Russell Carpenter, sin duda lo mejor de la función. Y cuando lo mejor de la película es la fotografía, pues ya saben lo que pasa.

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