La productora británica Hammer Films, responsable de algunos de los momentos cumbre del género de terror a través de sus recordadas y coloridas sagas de monstruos clásicos, vuelve con fuerza al panorama cinematográfico después de varias décadas de inactividad total. Y digo bien: con fuerza. Tras un par de intentos fallidos de asustar al público, La mujer de negro, filme que recupera en toda su pureza los elementos más fijados del denominado terror gótico, permite al refundado estudio dar en la diana del éxito mediante una hábil y respetuosa mezcla de sus elementos más clásicos con otros más contemporáneos.
No obstante, el camino de Hammer Films hasta el más que correcto debut en la taquilla americana de La mujer de negro (21 millones de dólares en sus primeros tres días) no ha debido ser un camino de rosas. El año pasado, con el incomprendido remake norteamericano del filme sueco Déjame entrar, y la absolutamente lamentable La víctima perfecta, la legendaria casa británica se postuló por primera vez para captar la atención de la nueva audiencia cinematográfica. Ambas se saldaron con los correspondientes fracasos de taquilla y crítica.
La mujer de negro, sin embargo, triunfa sobre aquellas pese a la aparente contrariedad de estar construida mediante un patrón anticuado, el del terror romántico y gótico, bien alejado de los intríngulis psicológicos y sanguinolentos de posteriores facetas del género. La película, basada en una novela homónima de Susan Hill (que dio lugar a diversas adaptaciones teatrales e incluso televisivas), incluye una enorme casa encantada, una maldición, un evidente elemento sobrenatural y, sobre todo, un componente dramático y trágico que el filme se decide a abordar en toda su crudeza. Sobre el papel, el único elemento diseñado para captar la atención del espectador coetáneo (y casi por extensión, juvenil) es la presencia de Daniel Radcliffe, actor que intenta aquí dar sus primeros pasos como estrella adulta y fuera de la red proporcionada por la franquicia del célebre Harry Potter.
La mujer de negro se articula en torno a un puñado de largas secuencias de suspense tremendamente efectivas, sugerentes y de creciente intensidad, que aúnan los valores de un terror más atmosférico con las necesarias salidas de tono de un filme de terror algo más extremo. El joven realizador británico James Watkins (Eden Lake, filme inédito en nuestro país... y tremendamente recomendable) demuestra un excelente timing en los sustos, crea una atmósfera tan triste como misteriosa, y maneja el legado del género, y las connotaciones más incómodas de la historia, con la habilidad y madurez de un cineasta consagrado.
La mujer de negro es, en sí misma, un crescendo ominoso y elegante, tremendamente entretenido, que conmueve e impacta sin actualizaciones grotescas ni arrebatos de autor, y que se adentra en las trágicas ramificaciones de su argumento -tanto en su cruel advertencia, como en sus elementos más abiertamente fantásticos- como pocos filmes de misterio recientes, sin ningún tipo de rémora o disculpa melodramática. Incluso su protagonista absoluto, Daniel Radcliffe, da de sí todo lo posible gracias a su monocorde recurso melancólico, que todo hay que decirlo, es precisamente el que le pide el personaje. La mujer de negro, en su entregado clasicismo, es una de las películas de terror más estimulantes de los últimos meses.