'Arthur Christmas. Operación Regalo'
De producción menos abundante que sus rivales más o menos directos, Pixar y Dreamworks Animation, la factoría Aardman ha consagrado su labor a la tradicional técnica stop-motion, o animación fotograma a fotograma. Ya en su primer largometraje, Chicken Run, realizado después de ganar un Oscar por Wallace y Gromit, la casa ubicada en Bristol enseñó los dientes con un producto repleto de humor negro y una imaginación particular, intransferible. Su asociación con Dreamworks, la compañía dirigida entonces por Jeffrey Katzenberg, continuó de forma exitosa con la adaptación al cine de los mencionados Wallace y Gromit en La maldición de las verduras, y finalmente con la inferior Ratónpolis, su primer filme animado CGI, es decir, realizado por ordenador.
Arthur Christmas, el primero de sus largometrajes realizados con Sony Pictures (el segundo será ¡Piratas!, de nuevo en coqueto stop-motion, y que tiene una pinta fenomenal), es un producto híbrido entre ambas inquietudes, la británica y la norteamericana, pero también resulta una película ejemplar. Y lo es gracias a su extraordinaria factura visual -de nuevo CGI- e imaginación portentosa, pero sobre todo y fundamentalmente, por un ritmo non-stop y unos diálogos frenéticos y repletos de humor agudo. Pero antes...
Inglaterra, mes de noviembre: la joven Gwen escribe una portentosa carta a Santa Claus, donde además de pedirle una bicicleta, somete al anciano a un verdadero tercer grado ("te he buscado por Google Earth..."). En el Polo Norte, Arthur Christmas, el hijo pequeño de Santa Claus, (voz en V.O. de James McAvoy, visto en La Conspiración), clasifica todas y cada una de las cartas escritas a su padre justo antes de la noche del reparto. No obstante, el regalo de Gwen se pierde en el camino. Es uno entre millones. Ante la negativa de su padre y su hermano a entregarlo, y en plena lucha de poder por la sucesión del puesto, Arthur decide que es hora de ejercer él mismo de el papel, aunque tenga que aliarse con su abuelo centenario (Bill Nighy)...
Tras un prólogo que recuerda a otro icono británico como puede ser James Bond, Arthur Christmas, la película, triunfa en cada uno de los niveles que se plantea. Como cuento navideño compagina perfectamente los buenos sentimientos exigibles a una cinta navideña con una ironía nada mojigata; como aventura resulta ingeniosa, concisa y frenética (atención al papel concedido a Briony, la pequeña elfo); y como comedia hace gala de un afilado humor británico. En Aardman no se entregan al homenaje fácil ni a la pantomima: Arthur Christmas es una aventura totalmente autónoma que busca emocionar, y finalmente emociona, gracias a la calculada y perfecta moraleja final.
Un ejemplo: a los genios de Aardman les bastan un par de minutos de película para crear un nexo indisoluble entre Gwen y Arthur, dos personajes que realmente no se encuentran a lo largo de todo el relato. No obstante, entre ambos nace un vínculo que implica al espectador en la aventura y que da emoción a la película. Lo cierto es que Arthur Christmas no es sólo una de las grandes películas animadas del año, claramente por encima de la ya olvidada Gato con Botas, y de la irregular Happy Feet 2. Quizá sea una de las mejores experiencias fílmicas de todo 2011 y una película fantástica...
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