De conocidas adscripciones demócratas, el actor y director Robert Redford destaca por ser uno de los pocos realizadores de la industria que se han lanzado a confeccionar dramas políticos en un momento ciertamente turbulento. Lo hizo en la fracasada Leones por corderos con la guerra de Irak, y lo hace ahora con La Conspiración, drama judicial que desgrana (en sus primeros diez minutos) el asesinato del presidente Lincoln, aunque Redford no tarda en saltar a lo que de verdad le interesa, el proceso de ajusticiamiento al que se sometió a Mary Surrat (Robin Wright) y el resto de detenidos por el abyecto crimen.
Lo que sigue es un juicio militar aplicado a civiles que, para Redford, emborronó la línea entre justicia y venganza y plantea el meollo de lo que significa ser americano, y que tiene que ver con el mantenimiento de una ejemplar integridad y honradez, incluso en el caso de los crímenes más deleznables. Como decía más arriba, y pese a cierta falta de garra visual y argumental, La Conspiración tiene algo que se le escapa a gran parte del cine norteamericano actual. Redford toma la historia del juicio a Surrat como cabeza de lanza para poner el dedo en la llaga, coger el toro por los cuernos y llevarse el asunto a su terreno formal e ideológico. Si en el primer aspecto Redford remata una película de ritmo reposado pero nunca moroso, es en el segundo donde exhibe su verdadera cara, esbozando una analogía de resonancias muy cercanas y actuales sobre la línea que separa la justicia de la venganza, tesis que Redford expone con claridad y honestidad, sin miedo a mostrar un compromiso político y moral más propio del cine de décadas pasadas.
Una vez reconocido esto, lo cierto es que La Conspiración anda lejos de ser un filme de Óscar. Pero lo que le falta de fuerza Redford lo compensa con la buena labor de sus actores, y una fotografía y diseño de producción verosímiles y alejados de cualquier épica gratuita. Redford sabe situarse ideológicamente ante la historia sin perder la elegancia, sin resultar panfletario o discursivo. La Conspiración es uno de esos filmes en los que la labor de un puñado de secundarios (Tom Wilkinson, Kevin Kline, Danny Huston, Colm Meaney) llega incluso a apagar la labor de los principales, de todas formas muy bien interpretados por un James McAvoy (La última estación, Expiación) especialmente dotado para los papeles de época, y una Robin Wright que, aquí sí, probablemente podría ser candidata al Oscar por su papel. Redford consigue huir del melodrama y mantiene el interés pese a que la mayoría del público conozca el final de una historia que carece de sorpresas. ¿Su solución? Nunca dejes de narrar: La conspiración cae bien porque no concede al público adornos visuales o arrebatos melodramáticos, lo que la convierte en un filme no del todo redondo pero siempre honesto.