Sara es una joven perdida en el mundo. No atiende en clase, no acierta a llevarse bien con sus padres ausentes, y apenas se relaciona. El único sentido que encuentra a lo que ocurre alrededor son las pintadas de Líriko, un misterioso grafitero que parece ir dejándole indicaciones, rastros a modo de miguitas de pan para un objetivo indeterminado. Tras un suceso que no vamos a comentar, Sara por fin consigue encontrarse con Líriko, una suerte de líder que guía a unos jóvenes perdidos... en lo que parece un mundo paralelo. Líriko le propone a Sara una serie de pruebas para recuperar la esperanza, para demostrar que puede cambiar el mundo tal y lo conocía hasta ese momento.
Verbo es el salto al largometraje de Eduardo Chapero-Jackson, una de las figuras más prestigiosas del cortometraje español, cuyo currículum aparece sembrado por aclamadas y premiadas obras como Contracuerpo, Alumbramiento y The end. En Verbo, el realizador ha apostado por un cuento adolescente narrado a través de su peculiar simbolismo y también la subcultura urbana del hip hop y los videojuegos. Chapero-Jackson demuestra, de nuevo, que posee una infinita capacidad visual inaudita en el cine español.
La ambientación de la cinta, la recreación visual de los suburbios del extrarradio, así como del mundo ¿imaginario? en el que se desarrolla la segunda mitad de la trama, presentan un realizador absolutamente seguro de su estilo ya en su primer largometraje. Además, Chapero-Jackson se atreve con una odisea épica de autoafirmación personal, un viaje heroico que ahonda en la fantasía como subterfugio para encontrar la ilusión en la realidad, en la inserción de mundos fantásticos dentro de los reales, bastante a contracorriente en el cine español.
Pero Verbo se pierde en la superficie, subraya una y otra vez el valor de esa metáfora, algo que resulta paradójico dada la enorme capacidad visual del realizador, de su habilidad de expresar todo en una imagen. Por eso, la cinta acaba siendo una improbable y reiterativa fantasía adolescente vestida de pretenciosidad arty. Chapero-Jackson malogra el estimulante punto de partida con un aura de intensidad y victimismo adolescente agravado por unos diálogos redundantes que convierten la aventura, el drama, en un manifiesto de machacona autoayuda. Lo que funciona muy bien en una canción de hip hop no resulta tan grato en un largometraje. Y convierte lo que inicialmente es un estimulante cuento heroico, que ahonda en la fractura entre realidad y ficción, entre el choque entre entorno social y mundo interior, en un popurrí de referencias pop y guiños que van desde ‘El laberinto del Fauno’ hasta ‘El Quijote’, (pasadas por el tamiz de los videojuegos, el graffitti y el hip hop) no del todo bien gestionadas. Verbo es un largometraje marciano e interesante, pero también tremendamente frustrante.