La llegada de un filme como La deuda constata varias cosas. En primer lugar, que los grandes estudios han dado ya por finiquitada la cartelera veraniega, poblada por alienígenas, superhéroes, robots y otras criaturas, para dar paso a la campaña otoñal, en la que se presentan filmes más adultos y prestigiosos. Y también que los espectadores estábamos bastante hambrientos de títulos de estas características, puesto que La deuda, película irregular y con algunas aristas que pulir, agrada en términos generales por su voluntad de presentar un thriller de suspense anclado en la realidad y, a la vez, sin más pretensiones artísticas que las adecuadas.
La deuda, un remake del filme israelí Ha-Hov, es una producción repleta de nombres de prestigio. El estudio responsable de la misma es el norteamericano Miramax (o lo que quede de él), propiedad de los hermanos Weinstein y responsable de facturar algunas de las cintas más oscarizadas de los últimos quince años. Su director, el británico John Madden, cuenta en su currículum con Shakespeare in love, y su guión es obra del también inglés Matthew Vaughn, director y guionista de X-Men: Primera Generación y Layer Cake. Y lo mejor de todo, tenemos en su reparto a las excelentes Helen Mirren y la ahora ubicua Jessica Chastain, a las que se suman los nombres de Ciarán Hinds, Tom Wilkinson y Sam Worthington, que colaboran a darle al filme una impresión de verdadera qualité (sin bien los primeros más que el último, la verdad).
Lo mejor de la película de Madden reside en su tratamiento de la historia, desarrollada en dos tiempos distintos y repleta de flashbacks que nunca están destinados a confundir al espectador, aunque en al menos una ocasión lo que ocurre en ellos sea necesariamente engañoso. Esta refinada estructura, que el guión de Vaughn y la dirección de Madden aprovechan muy bien, permite ofrecer un thriller que mezcla suspense, intriga psicológica, acción y buenas interpretaciones de casi todo su plantel (destacando la presencia de Ciarán Hinds, Julio César en la serie Roma, al que le bastan un par de segundos para conmovernos). La deuda pone en primer término el horror nazi creando un estupendo villano, y subrayando las consecuencias personales que durante décadas arrastran aquellos que consiguieron enfrentarse a el horror, aún a costa de descubrir su casi imposible erradicación.
Una lástima que sus buenas intenciones se vean lastradas por algunos aspectos demasiado artificiales y destinados a crear esa impresión de película con pedigrí. A medida que avanza la historia, quedan cabos sueltos. El triángulo amoroso entre el trío protagonista está dibujado apresuradamente y afecta la credibilidad del personaje de Jessica Chastain -interpretado por Helen Mirren en el "futuro"-, y el final carece de garra pese a su encomiable voluntad de no satisfacer a todo el mundo. Pero la labor de Madden tras las cámaras, su tono oscuro y el humanismo de su mensaje logran que el resultado sea recomendable pese a esos agujeros.