La premisa inicial de El Rito está sugerida, según los títulos de crédito, por el libro homónimo de Matt Baglio, en el que el autor norteamericano mostraba la fabricación de un exorcista moderno a partir de datos obtenidos de cursos y conferencias del propio Vaticano. Todo eso aparece en la adaptación que protagonizan Anthony Hopkins y un soso Colin O’Donoghue, sólo que esta versión cinematográfica se estructura de forma convencional en torno a las dudas de fe de un joven aprendiz de sacerdote al que Hannibal Lecter... perdón, el padre Lucas (Anthony Hopkins) someterá a la más dura prueba para un escéptico...
El Rito funciona como una versión tangible de El exorcista y todas sus variantes, una cinta que abunda mucho menos en los aspectos terroríficos o fantasiosos del tema y se muestra decidida a transitar por caminos más elegantes y sugerentes. Lo cierto es que gracias a la labor de su director, el sueco Mikael Håfström, lo consigue por momentos, aunque siempre sin llegar a las excelencias del filme dirigido por William Friedkin en 1973. El director de la muy estimable cinta de terror 1408 consigue crear un ambiente ominoso sin recurrir a imágenes malsanas, apoyándose con habilidad en las convenciones de un thriller iniciático que incluso se permite algunas pinceladas de drama a la hora de desarrollar a sus personajes. El reparto y la buena factura, que nos dice continuamente que estamos ante una película de terror alejada del probable gamberrismo (y también de la audacia) de una serie B al uso, mantienen al espectador interesado, aunque también alejado de cualquier atisbo de sorpresa.
Lamentablemente, pese a la clásica y elegante puesta en escena de Håfström, éste se ve finalmente obligado a resolver la cinta con algunos tópicos producciones de terror actuales, mucho más convencionales y enfocadas a un público que ansía respuestas rápidas. Pese a la presencia del siempre excelente Anthony Hopkins (a quien le basta con modular levemente su voz para resultar indulgente, irascible o amenazante), la película carece de verdadero suspense por la necesidad de contestarse a sí misma todas las preguntas que plantea. La segunda gran desgracia de El Rito es el blandísimo Colin O’Donoghue, verdadero protagonista de la función e incapaz de ganarse al espectador con un mínimo de solvencia. Afortunadamente, éste aparece rodeado de actores como el propio Hopkins -cuyo rol está ubicado en el relato como si un remedo de Hannibal Lecter se tratase-, además de Ciarán Hinds, la bellísima Alice Braga y, atención, un excelente Rutger Hauer, en el rol más emocional de la cinta. Las buenas intenciones del conjunto, lamentablemente, no salvan el filme del abismo de las producciones del montón.