El avispón verde (The Green Hornet) empezó como un exitoso serial radiofónico y continuó como una serie televisiva coprotagonizada por Bruce Lee. Después, diversas colecciones de cómics se han ocupado de mantener vivo en la memoria colectiva a este protohéroe justiciero con la que ahora, con una de las primeras superproducciones hollywoodienses del año, se trata de ofrecer una revisión paródica y pop de los estereotipos del género.
Pese a no llegar a caer en la hipermasculinización hortera del peor Joel Schumacher –el que estropeó Batman, para entendernos-, Michel Gondry cae en otro pecado peor, sencillamente el de no poder hacer funcionar una historia que carece de la fantasía que se le exige a un autor de su categoría (otro asunto es si Gondry está sobrevalorado o no) y sobre todo del género en el que se inscribe. De ello Gondry no tiene tanta culpa como el rutinario guión firmado por el propio protagonista, Seth Rogen, y su colaborador habitual Evan Goldberg, principal causante del desastre al no aportar ni el hilarante exceso de Kick Ass (otra parodia superheroica de más altos vuelos que la presente) ni sencillamente un sano y entretenido equilibrio entre la comedia y la acción.
A lo largo de The Green Hornet sobreviven, eso sí, coletazos del mejor Gondry -autor dotado de una sobresaliente sabiduría visual y una cálida sensibilidad fabuladora, más cercana al cine indie que a los artilugios de acción de Hollywood- pero el resultado es un trabajo impersonal y, sobre todo, molesto. El director de la espléndida Olvidate de mí hace algún tímido intento de llevar el asunto a su territorio tratando a los dos protagonistas como a dos niños traviesos y centrándose en gestionar la química entre Seth Rogen y Jay Chou, estrella asiática que le roba a Rogen la película delante de sus narices.
Desgraciadamente, la actuación del primero, también guionista y productor de la función, anula cualquier intento de otorgar un aura personal al filme, e incluso de convertirlo en una enérgica película de acción, una opción que hubiera sido igualmente válida. Una ausente Cameron Diaz, cuyo personaje es usado como mero detonante para la crisis entre los dos protagonistas, y la labor como villano de Christoph Waltz, que consigue imprimir un aire de amenaza ciertamente conseguido, no consiguen hacer levantar el vuelo al avispón.