El cine español regresa a la posguerra. Pero no de la manera que se esperan. Entrelobos es la historia real del niño cordobés Marcos Rodriguez Pantoja, que a los siete años quedó abandonado en Sierra Morena a merced de los lobos. Lo que nadie esperaba es que el niño se desenvolviera tan bien en plena naturaleza que consiguiera sobrevivir más de una década rodeado de estos animales, en paz y armonía... a diferencia de lo que pasaba entre humanos.
Como decía, Entrelobos cuenta una historia ambientada en la posguerra, pero el aislamiento del protagonista permite a Olivares huir de aseveraciones categóricas acerca de este período que tanto han acabado perjudicando al cine español. El director se concentra en la emotividad y en la aventura que alberga la peripecia del protagonista, en narrar una historia infantil de abandono y lucha por la supervivencia cruda y dramática, pero también plagada de recompensas al espectador.
Éstas vienen, fundamentalmente, de una espectacular partitura musical (obra del alemán afincado en Hollywood Klaus Badelt, autor de Piratas del Caribe y asociado al principio de su carrera con Hans Zimmer), que narra la historia del joven con igual expresividad que las presencias carismáticas de unos excelentes Sancho Gracia y Carlos Bardem. Precisamente éste último dibuja un villano perfectamente verosímil que cohesiona extraordinariamente la historia pese a su presencia secundaria, y que debería haberse potenciado todavía más.
Y es que de alguna manera, la herencia de Olivares como director de documentales afecta algo a la película, que cae en subrayados y reiteraciones innecesarias que limitan la poética y la intensidad de la misma (en concreto, se abusa de insertos y planos de animales que no vienen a cuento) y resulta algo maníquea en la descripción de los personajes. No obstante, el director cordobés ha debido ver ‘Apocalypto’ de Mel Gibson, e integra todo, incluyendo la tensión y las persecuciones, como si éstas fueran indisolubles de la historia. Olivares consigue también algo inédito en el cine actual, y es un aliento ecologista que huye de modas y victimismos, y que integra la naturaleza en todo su dramático esplendor en la historia, sin recurrir a eslóganes a la moda.
Por todo ello, y a pesar de esa ingenuidad y de un ritmo un tanto irregular, Entrelobos queda como una agradable película española que explota muy bien el escenario natural y en la que, advertimos, Juan José Ballesta interviene mucho menos de lo que sugieran los anuncios.