Como sucedió con el 11-S y el derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York, el mundo asistió en directo al colapso de la techumbre de la Catedral de Notre Dame de París y la consecuente caída de su emblemática aguja, obra maestra de Violet-le-Duc de 93 metros de altura. La visión de las llamas devorando un edificio con 850 años de historia, inspiración para Víctor Hugo o Henri Matisse, acaparó los espacios de máxima audiencia de las televisiones mundiales y congregó a millones de espectadores que se estremecían con las impactantes imágenes.
El fuego se iniciaba a las 18:20 horas del 15 de abril de 2019 y pasados unos veinte minutos, la cubierta ya estaba irremediablemente afectada. El descontrol parecía que se apoderaba de los trabajos de extinción. Tras nueve larguísimas horas y la participación de más de 600 bomberos, se daba por controlado el fuego. Aún con el humo haciéndose notar bajo los escombros, se sucedían las donaciones de particulares y empresas en una ola de solidaridad que incluso desconcertaba: Louis Vuitton Moët Hennessy, Bernard Arnault, L'Oréal, los Bettencourt o François-Henri Pinault, dueño Saint Laurent, Gucci o Alexander McQueen. Había que salvar un "símbolo de Francia". Paralelamente, nacía la polémica: "¿Notre Dame sí se lo merece y el Amazonas no?", se debatía en las redes sociales. Un año después, queda mucho por hacer. No hay un proyecto de reconstrucción aprobado, no se han esclarecido las circunstancias que provocaron el fuego –más allá de los indicios de un "posible" cortocircuito– ni se ha señalado a un culpable o un fallo en el protocolo.
Periódicamente, las cámaras nos han mostraron el ennegrecido interior del templo del siglo XII y se han verificado los daños reales. El grueso de los desperfectos se hallaba bajo el crucero. Los rosetones sufrieron daños, pero leves; tres bóvedas sucumbieron; algunas de sus espectaculares y coloridas vidrieras estallaron y se fundió el plomo que unía los cristales... Pero no todo nos conducía a la desazón. Partes de la estructura quedaron intactas, tampoco sufrieron daños dos de sus tres órganos –incluido el de mayor tamaño–, el altar o los grandes cuadros, que custodia temporalmente el Louvre. Asimismo, la casualidad quiso que las 16 estatuas de cobre de 1860 que adornaban la base de la aguja estuviesen en el taller para su restauración y, por lo tanto, evitasen el fuego.
"La Catedral no está salvada"
Se creó un comité de expertos para gestionar su reconstrucción y se puso en marcha la asociación Scientifiques de Notre Dame, un conjunto de expertos con el objetivo de "ayudar y asesorar a las autoridades" en las tareas de reconstrucción, unos trabajos que podría alargarse hasta 20 años, según señalaron. Primaba la retirada de un andamio de 500 toneladas, instalado meses antes para renovar el tejado, que se derritió por el fuego. Una grúa trabaja desde diciembre en este proceso. En una reciente entrevista a EFE, el arzobispo y el rector de la catedral, Patrick Chauvet, lamentó las continuas demoras: "Mientras los andamios sigan encima, no podremos decir que la catedral está salvada. Estamos bloqueados en las obras otra vez, todo va muy lento y en el momento en el que por fin íbamos a retirarlos, llega el confinamiento".
Otra de las cuestiones que más preocupa es la presencia de plomo. El incendio derritió más de 1.300 placas de plomo que recubrían el tejado y que contaminaron los alrededores de Notre Dame, asentándose además en las paredes y esculturas de la catedral. La limpieza de estas superficies se debe llevar a cabo sin dañar los materiales ni los colores originales, una tarea que no resulta nada fácil por el momento. Uno de los métodos más efectivos ha resultado ser el uso de toallitas húmedas. En febrero se iba a probar un nuevo sistema de limpieza a través de una resina en frío, pero la pandemia de coronavirus ha paralizado todos los trabajos.
Estudio de los escombros
La revista Nature publica un artículo sobre los avances de los proyectos, liderados desde el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS). Participan un centenar de investigadores que se dividen en veinticinco laboratorios. Principalmente, se encargan de estudiar Notre Dame desde siete ángulos: albañilería, madera, metal, vidrio, acústica, análisis digitales y antropología.
El estudio de los escombros está reportando información muy interesante sobre las técnicas y herramientas empleadas en el siglo XII en los trabajos de carpintería, como si de una ventana al día a día de los artesanos medievales se tratase. Los análisis sobre los restos de las vigas quemadas desvelan, a través de la datación de los anillos, la antigüedad de la madera e incluso el lugar del que fueron talados esos árboles.
Science añade que los estudios sobre la piedra están siendo una prioridad y señala que, aunque los bomberos trataron de evitar amplificar los daños con la extinción del fuego –se descartó, por ejemplo, emplear un helicóptero que arrojase agua desde el aire– , no pudieron evitar empapar la bóveda. La piedra caliza, al ser un material poroso, aumentó un tercio de su peso en agua. Actualmente, los expertos se afanan en encontrar una fórmula que permita acelerar el proceso de secado. El estudio de los escombros, de igual forma, está proporcionando valiosa información sobre cómo los canteros diseñaron este complejo gótico.
El Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia quiere conocer el impacto emocional que tuvo el incendio. Se están realizando entrevistas con franceses, extranjeros, turistas, periodistas, guías turísticos, historiadores, miembros del clero y donantes para generar un informe sobre la percepción que tenemos sobre el patrimonio artístico y cultural mundial.