Una buena mañana, un paisajista y profesor de jardinería se regaló por su cumpleaños un paseo por el Museo del Prado y ante él se abrió paso "un mundo botánico que se derramaba y florecía". No dio prioridad a la belleza de las pinceladas, la maestría en el uso de la pintura o el dominio de la composición que demostraron los distintos artistas que forman parte de la colección. Él puso el foco en las flores y las plantas que pintaron El Bosco, Tiziano, Botticelli, Velázquez o Goya. Eduardo Barba, investigador botánico en obras de arte, ha catalogado los ejemplares vegetales que contienen las obras de la pinacoteca madrileña, un trabajo que ha dado como resultado El jardín del Prado. Un paseo botánico por las obras de los grandes maestros (Espasa), un cuidado libro ilustrado que nos sirve para traducir el pensamiento de los artistas.
Barba ha detectado una "ceguera en el mundo de arte que nos impide ver la botánica de las pinturas" a cuenta, quizás, de "esa ruptura con el mundo rural que se produjo en el siglo XX y que hizo que nos desligásemos de todo lo que venía del campo por entenderse —erróneamente— como algo peyorativo, de pueblo y atrasado". Los artistas, sin embargo, sí que prestaron atención a su entorno. "Su nexo era mucho más real y lo vemos en sus cuadros", explica Eduardo Barba a Libertad Digital.
El lado botánico de las pinturas no se limita a bodegones o paisajes. Hay cuadros en los que las flores echan un pulso al personaje retratado. En María Tudor, reina de Inglaterra de Antonio Moro, la esposa de Felipe II toma en su mano un rosa con una delicadeza que contrasta con la severidad de su rostro. Es la rosa de Lancaster, emblema de su estirpe. Sin embargo, en otros cuadros, cuesta más entender el mensaje que trata de trasmitir el artista, como Carlos III, niño, en su gabinete de Jean Ranc, "más críptico por la singularidad de tener en su mano un jazmín de seis pétalos en lugar de cinco".
Las flores, árboles y plantas poseen un fuerte carácter alegórico en el mundo del arte: "La azucena es una flor blanca, muy llamativa, que aparece en la Anunciación de la Virgen María. La escena no se entenderían sin esa flor". Si una mujer porta una flor, da un mensaje de fertilidad, indicando que está embarazada, pero también —detalla Eduardo Barba— puede ser que simplemente indique que es su planta favorita. Estos elementos vegetales pueden denotar, además, un "extra de lujo del retratado", como las naranjas que aparecen en pinturas del norte de Europa y pinturas flamencas, una fruta muy preciadas en esa época.
La fresa, fruto prohibido o símbolo de pureza
Las flores, dice Barba, son como las palabras, que "según el contexto pueden complementar un mensaje de amor o de odio". Las fresas, por ejemplo, aparecen en cuadros religiosos junto a la Virgen como "representación del martirio de Jesús, por su fruto rojo; y como muestra de pureza en la figura de María por sus pétalos blancos". Además, es una planta "que tiene flor y fruto a la vez, como la Virgen". Sin embargo, en el tríptico de El Jardín de las delicias, El Bosco incluye muchas fresas como símbolo de los placeres sensuales de la vida, "que duran poco pero son intensos, como el sabor de la fresa".
Eduardo Barba se ha ceñido a 43 obras maestras de la pinacoteca, "aquellas que permitieran llevarse una parte viva del cuadro a casa". Nos habla de la aguileña, también conocida como palomilla por su parecido con este ave, que en la Edad Media se usaba como afrodisiaco masculino a pesar de ser altamente venenosa en exceso; la milenrama, utilizada ancestralmente para curar las heridas y que aparece bajo el pie de San Juan Evangelista en el Descendimiento de Van der Weyden; la cimbalaria, "un pequeño milagro cotidiano" que le encanta crecer colgada de los muros; la flor de la borraja, capaz de alejar toda tristeza; o del raro trébol blanco, que aparece en La fuente de la Gracia, del taller de Jan Van Eyck.
Duelo entre la hiedra y la rosa
En el Museo del Prado hay un particular duelo entre la rosa y la hiedra. "La rosa, como flor, es la más representada sin lugar a dudas, muy por encima de cualquier otra planta. Pero claro, hay muchas especies de rosas. En cuanto a especie única, la más representada es la hiedra, está en multitud de cuadros y esculturas grecorromanas, trepando por paredes y árboles. Tiene un mensaje muy interesante de resurrección porque está siempre verde y hace frente a todas las adversidades de la vida e, incluso, del más allá".
Jan Brueghel el Viejo ha sido uno de los artistas que más trabajo ha dado al autor de este libro. De las más de quinientas especies y variedades vegetales que hay en el Prado, doscientas de ellas han sido ilustradas por este artista, muchas incluso de forma exclusiva. "Con una obra suya, más vale llevarse un bocadillo porque vas a pasar muchas horas delante analizando flores y flores y flores. Tienen muchísimas presencia, se cuentan por decenas en la mayoría de sus cuadros y en algunos rondan la centena. La idea que nos da este artista, que siguió el camino de la miniatura, es que las flores eran símbolo de prestigio, cuantas más tuviera una obra de arte, más costaba".
El Bosco "crea quimeras vegetales" y "mezcla trozos de distintas plantas para crear una sola". Su Jardín de las Delicias es una explosión de imaginación también en el aspecto botánico.
La botánica en el arte contemporáneo
"El lenguaje botánico se ha perdido a nivel contemporáneo", sostiene Eduardo Barba. "Si hoy un artista incluye una fresa o una flor, mucha gente no sabe qué mensaje se esconde detrás". A pesar de esta circunstancia, la botánica no ha desaparecido del todo en el arte callejero y un buen ejemplo es la artista sueca Mona Caron, que trabaja con grandes murales protagonizados por plantas.
Barba ha analizado otros museos como el Lázaro Galdiano o el Thyssen-Bornemisza, aunque no ha publicado ningún estudio por el momento. Asimismo, le gustaría buscar esa relación entre arte y botánica en museos internacionales como la Fundación Getty de Los Ángeles o el Metropolitan de Nueva York.
Eduardo Barba Gómez. El jardín del Prado. Un paseo botánico por las obras de los grandes maestros. Espasa, 2019. Número de páginas: 240. 21.90 €