El 19 de noviembre de 1819 abrió sus puertas por primera vez el Museo del Prado. Francisco de Goya era el único artista de su talla y proyección internacional vivo entonces. No se sabe si el aragonés visitó la pinacoteca ese día, no hay registros, pero siempre se ha especulado con esa posibilidad. Su obra sí que estuvo presente a través de tres cuadros ubicados en la Galería Central: dos retratos ecuestres de Carlos IV y María Luisa de Parma y El garrochista. Por eso, la dirección del Prado tenía muy claro que, cuando se cumplen 200 años de su inauguración, Goya debía de ser protagonista de nuevo. Sus dibujos centran la exposición que clausura un año entero de celebraciones por el Bicentenario.
"Es un artista polifacético y hemos querido mostrar el Goya menos visto", aseguró Miguel Falomir, director de la institución, durante la inauguración de la muestra. "Este es un gran acontecimiento, es una de las mejores exposiciones actuales de todo el mundo. Goya es uno de los cinco mejores dibujantes de todos los tiempos y un artista contemporáneo", añadió. Esa misma vigencia del artista fue resaltada por Javier Solana, presidente del Patronato. "No podía haber una elección mejor para cerrar el Bicentenario. Es la primera vez que se puede ver todo el Goya hecho sobre papel. Es interesante mirarlo desde la España de hoy. Algunos dibujos podían haber sido pintados antes de ayer y con todo el sentido".
La exposición, comisariada por los conservadores José Manuel Matilla y Manuela Mena, reúne por primera vez, "en una ocasión única e irrepetible", más de trescientos de los dibujos de Goya, procedentes de las propias colecciones del Prado y de colecciones públicas y privadas de todo el mundo. Son esenciales para conocer al artista. En simples trazos concentra la esencia de su obra. Es increíble comprobar la tensión de sus escenas, la contención de las emociones de sus personajes, la capacidad para transmitir angustia o sosiego, y su parecer del mundo en estos esbozos que, en su mayoría, fueron preparatorios para la elaboración del cuadro. "Goya tenía una técnica exquisita, era muy delicado y preciso. No hay en él costumbrismo sino que supo aprovecharse de la sociedad contemporánea para transformarla en escenas de alto valor simbólico y universales", destacó Mena.
Los primeros dibujos de Goya llegaron al Prado en 1872 procedentes del Museo de la Trinidad y, desde entonces, se ha ido ampliando la colección. No se conservan todos, la mayoría –creen los comisarios– pudieron ser tirados a la basura por el propio pintor.
"Solo la voluntad me sobra"
El título de la muestra Solo la voluntad me sobra, hace referencia a una carta que escribió al editor Joaquín María Ferrer durante su estancia en Burdeos y que resume la esencia de su personalidad:
Agradézcame usted mucho estas malas letras, porque ni vista ni pulso, ni pluma, ni tintero, todo me falta, y solo la voluntad me sobra.
La exposición tiene una "estructura compleja" con una doble lectura. Por un lado, puede seguirse de forma cronológica, comenzando por sus primeros trabajos en Italia hasta concluir en su estancia en Burdeos, donde falleció. Destaca el Cuaderno italiano, el único que se conserva íntegro, en el que comparten protagonismo los dibujos sobre todo lo que aprendía del país transalpino con las anotaciones personales sobre su matrimonio o sus hijos. También resultan interesantes los dibujos preparatorios para tapices que pintó entre 1775 y 1794 o los que realizó para la reproducción al aguafuerte de las pinturas de Velázquez. Copiar al sevillano le sirvió a Goya "para aprender a retratar", destacó Mena. El Cuaderno de Sánlucar reúne varias escenas protagonizadas por prostitutas que anticipan los temas que estarán presentes en los Caprichos de 1799.
Violencia, control ideológico, vejez
Por otro lado, la exposición permite conocer a Goya desde los temas que reiteradamente trató a lo largo de su carrera: la violencia, el control ideológico de las multitudes, la vejez, el abuso sobre la mujer. "Lo esencial del ser humano, en definitiva", aseguró Matilla.
El Cuaderno de Madrid nos muestra el mundo femenino, con majas de paseo, celestinas y caballeros así como conflictos por celos y riñas amorosas. La serie de Caprichos es una sátira concebida para denunciar los vicios de los hombres, el mal del ignorante y los abusos del poder. El visitante se topará de frente con la opinión del artista sobre la miseria, la violencia, las trágicas consecuencias de la guerra, la preocupación hacia la vejez y, sobre todo, lo relacionado con la mujer.
La muestra culmina con el conocido como Cuaderno C, "un diario gráfico en el que el artista fue dibujando todo aquello que le preocupaba". Trató desde asuntos de la vida cotidiana a visiones oníricas. El Museo del Prado conserva ciento veinte de los ciento veintiséis dibujos conocidos, que se exponen en conjunto por primera vez, en una ocasión única e irrepetible.