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El Palacio de Liria comparte el tesoro que los Alba esconden tras sus muros

Desde el jueves puede visitarse esta "casa habitada" que custodia el legado de los Fitz-James Stuart: desde cartas de Colón a obras de Goya.

Desde el jueves puede visitarse esta "casa habitada" que custodia el legado de los Fitz-James Stuart: desde cartas de Colón a obras de Goya.
Todos los tesoros de la Casa de Alba en Liria

El Palacio de Liria abruma. Por su disposición, por la belleza de su colección de arte y por el peso de un linaje que se enreda seis siglos atrás. Rezuma historia, en su olor, en su color, en su sinfín de detalles. Es un foco de atracción para los amantes de la pintura, para los aficionados a la historia y, por qué no, para todo curioso que quiera descubrir de primera mano el hogar de una de las familias aristocráticas más mediáticas de España. El legado y la memoria de los Fitz-James Stuart será, con matices, compartido con todos a partir de este jueves 19 de septiembre.

Situado en la calle de la Princesa de la capital, el edificio neoclásico fue levantado por Ventura Rodríguez en 1770 a "la francesa", rodeado de jardines, en las que, por entonces, eran las afueras de Madrid. Quedó arrasado por completo durante la Guerra Civil. Solo quedó en pie la parte de servicio y sus cuatro muros, nos explica el director de la Fundación Duque de Alba, Álvaro Romero. El grueso de su colección de arte, por fortuna, pudo ser salvada, aunque en un saqueo posterior a los bombardeos se perdieron unos 70 cuadros. Los trabajos de restauración se alargaron hasta 1956, cuando se reinauguró con motivo de la primera comunión de Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, el XIX duque de Alba, quien hoy en día aún reside en este palacio. De hecho, nos cruzamos con él en nuestro paseo por sus estancias. Sentimos ese atisbo de pudor de quien invade la privacidad ajena.

Los ciudadanos, en grupos de veinte, podrán visitar hasta 14 estancias, distribuidas entre la primera y la segunda planta. Se toparán con obras maestras que visten sus paredes y que contrastan con el toque familiar que otorgan las fotografías privadas repartidas en los distintos muebles de las salas. El Palacio de Liria es "una casa habitada". Son estancias en uso, protocolarias. La tercera planta, al igual que el jardín trasero donde se encuentra un cementerio de perros con lápidas desde el siglo XIX, seguirán siendo privadas.

Hasta los años 80 no se terminó de disponer la colección de arte tal y como se la encontrará el visitante. Se trató de "devolver la gloria pasada, sin ninguna ayuda del Estado", matiza el director de la Fundación. Los cuadros se dispusieron entonces siguiendo criterios de escuelas y estilos.

En el zaguán principal se halla el escudo de la familia Alba. Allí, el visitante verá un vídeo introductorio que trata de resumir el intrincado árbol genealógico de la familia. Subiendo por una escalera de estilo inglés, que sustituye a la original de estilo imperial, es recibido por los retratos de monarcas estuardos y la pieza arqueología más notoria del palacio, una Venus del siglo I a.C.

El primer salón es el de los Estuardos, decorado con pinturas que recuerdan esa unión. Puede contemplarse el Retrato de María Estuardo, reina de Escocia; o del Duque de Berwich, el primer Stuart, nombrado duque de Liria –de ahí el nombre con el que fue bautizada esta residencia–. También destaca el tapiz flamenco de la guerra de Troya de 1485.

Representación de la mejor pintura flamenca

Le sigue el salón flamenco, presidido por un doble retrato de Carlos V e Isabel de Portugal de Rubens, copia del original de Tiziano que desapareció en el incendio del Alcázar, un cuadro de una carga simbólica extraordinaria pues fue pintado con la emperatriz ya fallecida. También se le perderá la vista hacia el techo por una lámpara de motivos florales que se halla en el centro de la estancia, considerada la primera porcelana europea. El recorrido continúa por el salón del Gran Duque, antiguamente conocido como el "salón de las batallas".

La sala española es una representación del Museo del Prado en sí misma, con nombres esenciales del Siglo de Oro, una locura de la que, hasta ahora, solo disfrutaban unos pocos: Velázquez, Zurbarán, El Greco, Ribera o el considerado por los expertos como uno de los mejores retratos de Murillo, firmado dos años antes de su muerte. Allí se encuentra un cuadro, que próximamente será prestado al Prado, de Lavinia Fontana, la primera mujer que triunfó en el arte y de las primeras que se atrevió a pintar desnudos femeninos.

En la siguiente sala vemos caras del siglo XX. Destacan el Retrato de Cayetana de Alba con su poni o el maravilloso Retrato de Maria Rosario de Silva y Gurtubay, duquesa de Alba, ambos firmados por Ignacio Zuloaga.

La mesa 'robada' por Franco

En este salón se halla una mesa que se dio por perdida con el incendio del palacio y que guarda una curiosa anécdota. Al terminar la guerra, el duque acudió al Pardo para encontrarse con Franco. Tras una tensa conversación, el caudillo preguntó: "¿Algo más que decir?". "Sí, que esta mesa es mía", respondió el duque. "Seguro que ha intentado abrir los cajones y no ha podido. Yo tengo la llave. Es la prueba". A Franco solo le quedó pedir a uno de sus ayudantes que inmediatamente devolviese la mesa a su legítimo propietario.

En el recorrido marcado aún queda por explorar el salón italiano, con pinturas de los siglos XV, XVI y XVII de Palma el Viejo (solo hay un par en España), Bronzino, Perugino, Luca Giordano y Tiziano. En el siguiente salón, reservado a Francisco de Goya, al visitante le espera el cuadro más conocido de la colección de la familia: un famoso retrato que ha avivado leyendas sobre un romance entre la aristócrata y el artista, rechazadas hoy por la mayoría de especialistas. En él se ve a la duquesa con un vestido blanco y un fajín rojo. La estancia se completa con una lámpara de cristal de la Granja y un escritorio de Napoleón Bonaparte. Justo en la habitación contigua, falleció la emperatriz Eugenia de Montijo.

Colón y Fernando el Católico

La cueva de las maravillas está en la biblioteca, creada por el duque Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó y conformada por unos 20.000 volúmenes, hasta ahora restringida a investigadores. Presume de atesorar la Biblia de la Casa de Alba, la primera traducida al castellano; el último testamento de Fernando el Católico, el primer mapa del nuevo mundo o casi la mitad de las cartas de Cristóbal Colón que se conservan. En las vitrinas también se halla una primera edición de El Quijote de 1605 y una primera edición de El Quijote de 1608.

Las visitas serán en grupos de un máximo de 20 personas que accederán al palacio cada media hora en horario de 9:45 a 14:00 horas y de 15:45 a 18:30 horas. Los lunes solo por la mañana. Las entradas, a un precio de 14 euros, pueden comprarse en taquilla o por internet. El dinero recaudado contribuirá a la conservación del Palacio.

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