De la monstruosa figura del genio del barroco holandés, Rembrandt Van Rijn, se conocen tantas cosas como las que se desconocen. Pocos obvian, por ejemplo, su maestría en el arte de la pintura; de la misma manera que muy pocos conocen, sin embargo, que por lo que fue realmente famoso entre sus contemporáneos fue por sus dibujos y grabados. El Museo Lázaro Galdiano viene a rellenar esa laguna con Rembrandt. Obra gráfica, una colección de 37 estampas que, en la mayoría de los casos, jamás han sido expuestas y que permanecerán en sus salas de exposiciones hasta el próximo 3 de junio.
La muestra permite seguir la evolución artística del pintor, reconocido también como uno de los mejores grabadores de la historia. En ella queda perfectamente visible su evolución, desde sus inicios más meticulosos y detallistas hasta su dominio del claroscuro, que caracterizaría sus obras más destacadas. Así lo explicó ayer Carmen Espinosa, comisaria de la muestra, durante su inauguración, cuando enfatizó el carácter renovador del artista al explicar que "sorprendió a los grabadores de su época porque consiguió transformar las técnicas habituales".
Las láminas permiten apreciar, también, su innovación en todos los ámbitos. En la temática, por ejemplo, llevó los motivos religiosos a un nuevo nivel, humanizándolos desde los detalles. Pero no se quedó ahí, también el arte del retrato: "Era un genio y sobresalió en todo lo que hizo. Cuando toda Europa se centraba en la temática religiosa él fue un paso más allá. Aunque en el siglo XVII no eran muy comunes los retratos en los grabados él los realizó, y gustaron mucho a la gente, que prefería tenerse representada en un formato más pequeño, manejable y fácil de guardar".