Imaginen que estamos a 2 de enero de 1492. Es de madrugada. Sin previo aviso, truenan sonidos militares que se dirigen a una parte de La Alhambra de Granada conocida como la Puerta de los Siete Suelos, antes Puerta de la Guardia o del Cuerpo de Guardia. Son los ejércitos de los Reyes Católicos que entran por dicha puerta tomando el reino de Granada de las manos de Boabdil, rey moro nazarí, que sale al exilio precisamente por la misma puerta.
A pesar de su importancia histórica y de su relevancia militar, arquitectónica y artística, la Puerta de los Siete Suelos o Bab (o Bib) al-Gudur (Puerta de los Pozos o Albercas), esta puerta – unas de las cuatro que daban acceso desde el exterior a la fortaleza de la Colina Roja -, suele estar cerrada al público. Por ello, este mes de noviembre aporta la oportunidad de visitarla por la decisión del Patronato de La Alhambra de abrirla a los visitantes durante este mes.
Situada en la parte Sur del recinto amurallado, cerraba y protegía La Alhambra, especialmente a su medina donde habitaban los artesanos. La Puerta de los Siete Suelos fue construida por Yusuf I en el siglo XIV. Se alza sobre otra puerta anterior y se sitúa ante un baluarte de artillería construido posteriormente. Su uso primigenio, además de servir de entrada y salida del recinto, parece haber sido la celebración de diferentes ceremonias de la época, entre las que se destacaban competiciones militares y desfiles.
En 1747, según se desprende de las noticias existentes en los Archivos de la Alhambra y recoge su Patronato, fue tapiada. La invasión francesa de Granada hizo que se abriera de nuevo pero las tropas gabachas la destruyeron en su retirada. Se cree que incluso planearon dinamitar completamente este patrimonio de la humanidad. El complejo formado por la puerta y las dos torres que la escoltan fue reconstruido en los años 60 del siglo XX gracias a los grabados que conservaron las formas originales del palacio nazarí, pudo ser reconstruida con una meritoria precisión si bien sin las inscripciones frontales que desaparecieron.
No obstante, la Puerta permanece cerrada casi la mayor parte de los años. Excepcionalmente, como es el caso de este mes de noviembre, se abre al público extremándose las medidas de guarda y custodia de su decoración. También pudo visitarse en 2015 y 2016 durante un corto periodo de tiempo.
El arquitecto Leopoldo Torres Balbás, en 1927, la describió con detalle. En 1564, se la conocía como la porta castri granatensis semper clausa. Luego se la llamó Torre de la Sierra y finalmente, el viajero francés Bertaut, en 1659, la consagró como la Puerta de los Siete Suelos, nombre que fue el que se mantuvo en adelante.
Entre los detalles históricos que aporta se encuentra el que se conservaba aunque en estado deteriorado a fines del siglo XVIII. Así aparecía en los dibujos publicados en la obra llamada de los Académicos, titulada realmente "Antigüedades árabes de España", una joya nacional sobre la historia de la arquitectura musulmana.
Además, cuenta como tras el intento de demolición por los franceses, fue reforzada ya entrado el siglo XIX para prevenir el ataque de las fuerzas carlistas hacia 1836-40. Hacia 1850, su explanada fue convertida en taberna, de la que se habla en diferentes obras, que veremos más adelante, como la taberna de los Siete Suelos. Finalmente, en 1915, una vez desescombrado el lugar, se rehicieron las bóvedas y escaleras del baluarte y se repusieron los capiteles conservados en el Museo de La Alhambra.
Pero la obra fundamental de restauración tuvo lugar en el siglo XX. Finalmente, en el 2004 el Patronato de la Alhambra y Generalife completó la limpieza y reintegración del baluarte de la Torre (en la que Castelar creía que se había encarcelado a Boabdil y a su madre, Aixa).
Leyendas y literatura de la Puerta de los Siete Suelos
Torres Balbás, en su trabajo de 1927, hace referencia al crimen que allí tuvo lugar. Fue el alcaide Diego Ponce de León el que asesinó a su mujer y a varios de sus hijos arrojándolos desde una de las torres hasta la Puerta. Se refiere asimismo a los misterios mencionados con escepticismo por el ya citado Bertaut del siglo XVII y por el padre Juan Velázquez de Echeverría, en su libro Paseos por Granada y sus contornos (1764), pero yo no he hallado nada en sus paseos.
Circulaban, al parecer, historias sobre El Velludo y el Caballo Descabezado. Según el libro La Alhambra, leyendas árabes estaba escrito por instigación del diablo y centenares de años antes de que ocurrieran los hechos que "la torre se levantará sobre la sima. Y la torre tendrá siete suelos. Y cada uno de estos suelos estará habitado por un espíritu maldito. Y cuando ya estuvieren en la torre los siete espíritus condenados, la guardará otro ginete en un caballo sin cabeza, acompañado de un perro velludo".
Al final,"y aguijado por su dolor, todas las noches a la media noche, sale de la torre en 'el caballo sin cabeza, precedido del perro, recorre los bosques de la Alhambra con la lanza en ristre, y vuelve al instante al fondo de la torre, de donde sale, y cae en un letargo de penas, soñando siempre en la felicidad de María". ¿Que quién es María? Ah, debe leérsela historia completa.
Cómo no, la puerta (y la Torre) de los Siete Suelos tuvo su lugar entre los Cuentos de La Alhambra de Washington Irving. En uno de sus relatos, "Recuerdos de Boabdil", escribe el americano que "me condujo después al indicado sitio de la referida famosa puerta, la cual se encuentra en el centro de la que fue en otro tiempo una inmensa torre llamada La Torre de los Siete Suelos, sitio afamado de las historias supersticiosas de la vecindad, de extrañas apariciones y moriscos encantamientos".
Luego en la que trata del aguador Peregil, surgió el "tema popular de las riquezas encantadas y sepultadas por los moros en varios sitios de la Alhambra, y todos a una afirmaban estar en la creencia de que había grandes tesoros escondidos en la Torre de los Siete Suelos". Al final de la historia, los "malos" quedaron sepultados en la gran Torre de los Siete Suelos. Y añade Irving: "Cuando hagan falta en España barberos curiosos, alguaciles bribones y alcaldes corruptibles, pueden ir a buscarlos a la Torre". Vaya por Dios.
En su "Leyenda de dos discretas estatuas", la Puerta de los Siete Velos aparece de nuevo, mejor dicho, una tenebrosa bóveda debajo de la Torre de los Siete Suelos; desde este sitio —según se decía— salía por la noche el Velludo, caballo endiablado y sin cabeza, que recorría las calles de Granada perseguido por una jauría de los demonios". Esta es, como se habrá notado, una versión del caballo descabezado, claramente relacionado con el jinete decapitado de su leyenda de Sleepy Hollow.
Pedro Antonio de Alarcón, en su famoso relato El Clavo (1859), hace alusión a una fonda granadina conocida como la fonda de los Siete Suelos a cuyo entorno calificó como "edén de la Naturaleza y templo del arte".
Emilio Castelar escribió El suspiro del moro. En este libro relativo a Boabdil y a su pérdida de Granada, describe esta escena en la Torre de los Siete Suelos: "Bajaba Boabdil en busca de los Reyes, cuando encontró al cardenal (Mendoza); y anheloso indudablemente de romper su pecho, y desahogarlo con alguna expansión y alguna confidencia, díjole al prelado:
-Vais a ocupar esos alcázares, en que nací y en que debiera yo haber muerto. Tomadlos a nombre de los esclarecidos Reyes, a quienes aquel, que todo lo puede, ha querido entregarlos, parte por los merecimientos suyos, y parte también por los pecados nuestros.
En las impresiones de su viaje por Andalucía con Alfonso XII, José Carlos Bruna, alias Inocencio Esperanzas, cuenta que se hizo una parada en la Torre de los Siete Suelos y recuerda allí dos lugares que ya no existían, la consabida fonda de los Siete Suelos y la fonda en la que escribió Irving.
Por cierto, y para que no falten motivos para la visita a esta Puerta de los Siete Suelos, dice Juan Eslava en su libro Tumbaollas y hambrientos (y en Califas, guerreros, esclavas y eunucos que desde la torre se olían los vapores alimenticios que salían de los hornillos del zoco granadino.
De sus platos, los antiguos y prósperos mercaderes preferían el "méchoui", cordero asado a la brasa rociado con manteca; otros menos afortunados comían la "sajina", potaje de verduras variadas y los más, puré de habas o garbanzos y "alboronía", guisado de berenjena, cebolla, ajo y calabaza. A lo mejor, quien sabe, aún puedan olerse desde la Puerta. Claro que, para eso, hay que visitarla ahora que se puede.