Magnífica noticia para nuestro patrimonio artístico es la recuperación del San Juanito (San Giovannino) de Úbeda, la única escultura de Miguel Ángel que existe en España. Hasta el 28 de junio, se expone en el Museo del Prado; después, volverá a "su casa", la Capilla del Salvador de Úbeda.
No hace mucho, tuve ocasión de admirarla en el Opificio delle Pietre Dure de Florencia, uno de tantos museos que los turistas, abrumados por la riqueza de la ciudad, apenas visitan. La escultura posee una serena belleza, un indudable encanto. Es, claramente, una obra de juventud: no tiene que ver con la "terribilitá" de los Esclavos; se acerca mucho al Baco con sátiro que está en el Bargello florentino (y hasta a obras de Donatello). Encargada a Miguel Ángel por un Médicis, esta "statua molto preziosa" (según un documento florentino de la época) llegó a Úbeda, a mediados del XVI, dentro de los bienes de Francisco de los Cobos, secretario y consejero de Carlos V.
Su historia posterior es novelesca y terrible: en 1936, la Capilla del Salvador de Úbeda había sido convertida en garaje por la CNT. El día 26 de julio, unas hordas profanaron la capilla, destruyeron sus obras de arte (un retablo de Berruguete, por ejemplo). Del San Juanito quedaron solamente 14 fragmentos (un 40% del volumen original); un trozo de la cabeza fue arrojado a las llamas y el mármol de Carrara quedó ennegrecido para siempre.
La Fundación Casa Ducal de Medinaceli, propietaria de la obra, tuvo el acierto de llevarla al sitio adecuado: cerca de veinte años han durado las labores de restauración, desde 1994 hasta hoy. He leído con admiración el libro que recoge las Actas del Congreso sobre Il San Giovanni di Ubeda restituito. Ante todo, los estudiosos italianos han confirmado la autoría de Miguel Ángel, que algunos discutían; además, el proceso de recuperar la obra me ha parecido asombroso: partiendo de fotografías anteriores a su destrucción, se han realizado proyectos de restauración, prototipos virtuales, estructuras de apoyo, pruebas con distintos materiales (mármol, yeso, cera, resina, acero, velo de camello), hasta el sorprendente sistema de sujeción con imanes... La unión de la investigación histórica con la más reciente tecnología y el refinamiento de una tradición artesana típicamente florentina.
El resultado estético de todo ello me parece felicísimo. Puede enorgullecerse la Fundación Casa de Medinaceli de esta tarea patriótica. Pero ni el buenismo ni el sectarismo político nos deben hacer olvidar la causa de la destrucción de esta obra de arte: en nuestra guerra civil, por supuesto, hubo barbarie en los dos bandos, no en uno.
Pueden ver ahora, en el Prado, el recuperado San Juanito de Miguel Ángel. Pero yo les recomiendo también otra cosa: este verano, visiten Úbeda, una auténtica joya de nuestro Renacimiento, comparable a las más hermosas ciudades italianas.