
Un lector atento de estos artículos míos, el hispanista polaco Maciej Rudnik, me expresa su asombro ante la virtualidad de algunos insultos en español, que se expresan en plural. En realidad, adaptan la forma plural porque, así, tienen más fuerza y más gracia. Tómese el caso de un dicterio, lanzado al ruedo político por Federico Jiménez Losantos: maricomplejines. El secreto de su general difusión está, precisamente, en su forma plural. Indica que pueden ser varios los complejos o disimulos que dejan traslucir las declaraciones de algunos dirigentes del PP. Se trata, pues, de una tacha reiterada. La forma plural permite dirigir el insulto a una sola persona, la que convenga en cada circunstancia, pero indicando una tacha generalizada.
El hispanista polaco se maravilla de la riqueza de insultos que tiene el español. Concretamente, le fascina tocapelotas. Ha conseguido adaptarlo al polaco como tocapelotinski.
El plural no solo sirve para indicar un número de casos, más de uno; cumple otras varias funciones. Por ejemplo, hay un plural que determina afectos. No es lo mismo establecer una relación con otra persona que entrar en relaciones con ella, o sea, ennoviarse. Por lo mismo, en los insultos con forma plural se destacan más los desafectos.
La riqueza léxica del inventario de insultos es tal que se precisa disponerlos en grupos temáticos. Elijo, solo, algunos más vistosos y que adoptan la forma plural, los que ejemplifican mejor el arte de insultar. Prescindo de los que resultan obscenos, que no son pocos. Los conjuntos los establezco sin ningún orden. Entre paréntesis figura alguna palabra afín para identificarlos. Nótese la expresividad inmejorable de cada vituperio.
Falta de inteligencia: soplagaitas (imbécil), papanatas (bobalicón), maribobales (tonto) papamoscas (alelado), berzotas (bobo poco habilidoso).
Vulgaridad: matamoros (bravucón), monsergas (pesado, aburrido), pagafantas (dadivoso sin gracia), pamplinas (superficial), piernas (insignificante), desgarramantas (pobre miserable), arrastracueros (pobre desgraciado), matagatos, berzotas, pelanas, pelagatos (donnadie), cantamañanas (insustancial).
Crítica de algunas ocupaciones mal desempeñadas: destripaterrones (campesino), picapleitos (abogado), desuellacaras (barbero), machacacuartillas (escritor), mataburras (veterinario), pincharranas (científico), pintamonas (pintor), salvapatrias (militar rebelde), chupatintas (oficinista, empleado), matasanos (médico), sacamuelas (dentista).
Conductas vituperables: sacacuartos (aprovechado), cascarrabias (molesto, protestón), aguafiestas (pesimista, gafe), metepatas (ingenuo que se equivoca), perdonavidas (trata a los demás con desprecio), plagas (quejica), puñeticas (susceptible), buscapleitos (conflictivo), cachazas (indolente) cuentagarbanzos (avaro, miserable), zampabollos, tragaldabas (glotón), calzonazos (de carácter débil), bocazas (de hablar insolente).
Ridículo: fuguillas (insustancial), guaperas (se cree guapo), soseras (sin gracia), vivales (listillo, aprovechado).
Menosprecio: vendepatrias (traidor), viejales, chocheras (viejo poco capacitado), robaperas (insignificante), echacuervos (mentiroso), espantapájaros (fanfarrón).
Aspecto desagradable: pelos fritos (de cabello artificialmente rizado), pisahuevos (muy lento), guarreras (sucio), tuercebotas (desgarbado).
Paradelincuencia: quitameriendas, robagallinas (ladrón de poca monta), mataperros (golfillo callejero), rascamiajas (pillo, aprovechado), engañabobos (estafador de poca monta), sacamantecas (asesino), buscavidas (pícaro), cazadotes (aprovechado con un matrimonio ventajoso), sacaperros (servil).
Trabajo: fiebres, rompeprimas (trabajador que excede a su tarea), rompehuelgas (esquirol, rebelde al sindicato), frotaesquinas (vago).
Presunción: musculitos (fanfarrón que presume de su cuerpo), pinchaúvas (fracasado), tirillas (pobre presumido), rastacueros (nuevo rico ostentoso), estiralevitas, lameplatos (adulador), sietemachos (fanfarrón), catacalles (fisgón, entrometido), cocinillas (hombre aficionado a las tareas domésticas), cuentabatallitas (presumido de sus hazañas), traganiños (brabucón).
Nos podríamos preguntar por qué se necesitan tantas variedades de insultos plurales y si cumplen alguna utilidad. La proliferación de dicterios se corresponde con la profusión de tipos humanos y de conductas vituperables. Al darles forma plural, los improperios se dirigen a calificar, vagamente, al conjunto o tribu despreciable. Aunque pueda sonar paradójico, los muchos insultos cumplen la función encubierta de evitar la violencia física. No es menor utilidad la de proporcionar al que insulta de una gracia especial para emplear palabras sonoras o graciosas.