Eduardo López-Collazo es uno de esos cubanos que se ha ganado la libertad a pulso. Salió de su amada isla hace 27 años -paradójicamente- animado por su padre. Su condición de militar castrista no le impidió desear una vida mejor para su joven hijo. "Camina adelante y no mires hacia atrás", le dijo. Él emprendió su aventura sin saber que aquello que dejaba nunca volvería. Llegaron, sin embargo, nuevas oportunidades.
Con esfuerzo, estudio y trabajo, ha logrado materializar muchos de sus sueños. Hoy, es un científico de éxito. Dirige el Instituto de Investigación del Hospital Universitario La Paz y junto a su equipo ha logrado importantes avances en el mundo de la ciencia. Según sus palabras, el balance es positivo. Aunque no puede evitar emocionarse mientras relata su historia, que ha querido compartir con los lectores de Libertad Digital.
"Me ha merecido la pena tratar de ser fiel a mí mismo, tratar de buscar y luchar por mi sueño, pero implica muchas pérdidas. Tres tumbas que no he podido ver, las de mis tres seres más queridos: mi hermana, mi madre y mi padre", explica. "Es la pérdida de una raíz que está allí, en esa isla que se llama Cuba y que yo la llamo la isla metafórica, porque todo es una metáfora allí". "Durante mucho tiempo, tuve que bloquear mis sentimientos para poder vivir", reconoce.
De niño, la biblioteca era su casa
"Pasé mi infancia en un pueblo perdido de la geografía cubana que se llama Jovellanos. Es el único pueblo de Cuba que tiene un nombre de un ilustre español, del humanista Gaspar de Jovellanos", dice orgulloso Eduardo López-Collazo. Lo cierto es que el lugar "no ofrecía muchas oportunidades culturales, ni científicas". Pero, con su imaginación, viajaba a lugares lejanos que despertaron en él la curiosidad por conocer.
No se crió en un entorno en el que abundara la ciencia o la cultura. Sin embargo, sí creció "con libertad de conocimiento". "Pasaba mucho tiempo en la biblioteca, hasta casi que en la biblioteca estaba en mi casa", explica. "Los libros son lo único con lo que he jugado en mi vida", añade. Gracias a ellos, "soñaba con hacer cosas grandes". "Quería inventar pócimas para hacer inmortal a mi madre", exclama.
Tuvo inquietud científica desde niño. De hecho, se montó un laboratorio en el cobertizo de su casa. Una especie de cuarto de los trastos que hizo las veces de "quirófano". "Hacía trasplante de corazón de lagartijas", dice entre risas. Su vocación era evidente. Su madre le contó que con 8 años le dijo claramente que "quería ser físico nuclear". Y así debía ser, porque puso todos sus esfuerzos en ello. Hoy, Eduardo López-Collazo es Físico Nuclear y Doctor en Farmacia.
Soñaba con hacer ciencia
En su caso, el sueño no era venir a España. Era "hacer ciencia". Él quería convertirse en "un tipo del Renacimiento". Le gusta el arte y la cultura en todas sus vertientes. Tiene la capacidad de disfrutar "del ballet, de un libro de ciencia ficción o de una novela de Vargas Llosa", y a continuación de "un tratado científico, un paper como decimos nosotros en ciencia", detalla.
Por lo tanto, "quería llegar a un sitio donde el desarrollo científico fuera increíble, pero el desarrollo humanístico también fuese muy bueno". Todo esto le llevaba a pensar en Europa como destino. Paris, Londres, Berlín... Pero llegó a Madrid, donde hizo el doctorado, y se enamoró de la ciudad. Tanto es así que, cuando le preguntan de dónde es, siempre dice: "cubano de nacimiento, español de pasaporte y madrileño de corazón".
El ballet y la metástasis
Eduardo López-Collazo lleva más de 25 años investigando las defensas humanas en situaciones patológicas como el cáncer, la metástasis y las enfermedades infecciosas. En estas áreas, ha realizado importantes aportaciones que se encuentran recogidas en sendas publicaciones científicas.
Cuando llegó el coronavirus, su equipo estaba estudiando precisamente el funcionamiento de la metástasis. En concreto, un aspecto que podría cambiar las bases de lo que conocíamos hasta el momento y que ya han evidenciado "en algunos tipos de cáncer, como el de pulmón". Su teoría es que "son como unos caballos de Troya" que pueden viajar por nuestro organismo "digamos que de incógnito" y llevar información tumoral a cualquier parte del cuerpo, "colonizar sitios distantes del lugar donde se originó".
Lo lograría gracias a "una fusión". Y lo mejor de la historia es que cayó en este extremo viendo una figura de ballet durante una representación de ‘El Lago de los cisnes’. "Estaba pensando en un problema que teníamos en el laboratorio y entonces lo vi... Los dos bailarines se funden y crean una cosa diferente".
La covid cambió el rumbo
Entonces, llegó la covid y lo cambió todo. Al principio, pensó que no tenía nada que hacer. "No soy virólogo", exclama. Así que mandó a su equipo a casa y siguieron "analizando datos, y haciendo las pocas cosas que se podían hacer desde allí". Incluso se apuntó a clases de clases de chino mandarín, creyendo que tendría mucho tiempo libre. Pero se equivocó. Pronto se dieron cuenta de que -según las informaciones que llegaban de China e Italia- "la mayoría de los pacientes que morían por COVID, lo hacían por una sepsis". Precisamente, uno de los puntos fuertes de su investigación.
Se trata de una infección que viene acompañada de una respuesta desproporcionada de nuestro sistema inmunológico, que tiene terribles consecuencias para el organismo. La famosa "tormenta de citoquinas" de la que se ha hablado tanto durante la pandemia. "Es como disparar bombas atómicas para matar una cucaracha", explica.
Entonces, el científico aparcó el chino y volvió al laboratorio. Gracias a ello, "los médicos disponen de una herramienta que les permite clasificar a los pacientes una vez que entran por la puerta de urgencias". Con ella, pueden "prever si necesitará quedarse o no, si requerirá respiración asistida o puede morir".
El mito de la sanidad cubana
Paradojas de la vida, mientras Eduardo López-Collazo y su equipo lograban importantes aportaciones para la ciencia y la medicina en relación con la covid, esta enfermedad se cobraba la vida de su hermana sin poder hacer nada para evitarlo. Falleció por falta de medios. "En España se hubiera salvado", exclama sin poder contener la emoción. "El mito de la sanidad cubana se ha puesto en evidencia" con la pandemia.
Según le explicó su esposo, pasaron los dos primeros días "en las afueras del hospital, en un banco". Ella estaba "con diarrea y con vómitos" pero la fiebre no subió demasiado. Cuando logró que la atendieran en el centro sanitario, que -explica- "es como una especie de sitio ambulatorio", ya la saturación de oxígeno le había bajado al 60%. "Te estás ahogando literalmente", advierte el investigador.
Él llegó a hablar con la doctora que la atendía y pudo preguntarle si, con la situación que tenía, no la iban a llevar a una UCI. La contestación fue que "no cumplía los criterios internacionales". Cuatro horas más tarde, murió. "Fue horrible", reconoce López-Collazo, "no me cabía en la cabeza".
No se veían "desde el siglo pasado" y eso le pesa. A la única persona que ha podido ver en este tiempo fue a su madre, a la que pudo traerse de vacaciones en una ocasión. Él bromea diciendo que "no hizo un viaje en el espacio, hizo un viaje en el tiempo", exclama. "Cuando llegó de Jovellanos a Madrid, alucinó".
Defenestrado por la dictadura
A Eduardo López-Collazo no le gusta hablar de política. Él es un hombre de ciencia. Alza su voz en pocas ocasiones, convencido de que esto le hace "tener más credibilidad". Pero lo que ocurre en Cuba "es otra cosa: una dictadura". "No se trata de izquierda o derecha", destaca antes de empezar la entrevista. Esto hay que decirlo claro: "No hay libertad de ningún tipo".
Desde su posición, denuncia esa falta absoluta de libertad en la isla caribeña y también los problemas a los que se enfrenta la población por culpa de la mala gestión del régimen. De hecho, por una crítica que hizo sobre las vacunas contra la covid que se estaban haciendo allí, en los telediarios cubanos le acusaron de estar "pagado por la CIA".
"Aquí doy constantemente mi opinión sobre la gestión que hace el Gobierno español y no pasa absolutamente nada", exclama. "Me defenestraron públicamente", afirma lleno de dolor, "en Cuba no hay términos medios, o estás a favor o estás en contra". "No hay posibilidad de crítica, no existe el término de democracia", añade.
Pero lo que más le entristece es "que aún haya cubanos apoyando este sistema". Un fenómeno que achaca a "la dictadura psicológica" a la que están sometidos y que "les ha hecho creer que no pueden vivir si no están al amparo del régimen". Por eso, destaca la importancia de movimientos como el de ‘Patria y vida’. Cuba necesita "libertad, que es la base de todo".
Más detalles en el video de la entrevista.