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Amando de Miguel

Soy un virtual analfabeto

Cavilo que algo no funciona, pues, modestamente, el que suscribe pasó un excelente Bachillerato en los Marianistas de San Sebastián.

Ha sido un shock. En el momento solemne de preparar el desayuno casero, leo en el tetrabrik de la leche semidesnatada: "Envase ecosostenible con un -28% de CO2". Fuera de la palabra envase, el resto de la frase me resulta ininteligible. Comprendo que se trata de un reclamo comercial, algo que se difunde para lograr la preferencia de muchos consumidores. Luego, concluyo que yo debo de ser analfabeto.

Mi penosa conclusión la confirma el hecho de que no entiendo los prospectos de las medicinas prescritas, aunque haya de leerlos con lupa. Tampoco se me alcanza los términos de las jergas (o monsergas) oficiales. Anote: "memoria histórica", "lenguaje inclusivo", "cambio climático", "resiliencia", entre otras supercherías.

Cavilo que algo no funciona, pues, modestamente, el que suscribe pasó un excelente Bachillerato en los Marianistas de San Sebastián. La prueba final del curso preuniversitario la tuvimos que hacer en la Universidad de Valladolid, lo que resultaba impresionante. Había que pasar un examen oral delante de un tribunal de tres catedráticos. A mí me tocó en suerte disertar sobre "la mita de los Incas", el original sistema de prestación personal de los aborígenes del Perú. Estuve hablando un cuarto de hora o así, hasta que me cortó el presidente del tribunal con un "muy bien, muchacho, es suficiente". La calificación de la prueba general fue de sobresaliente con premio extraordinario. Aduzco este minúsculo detalle para dialogar conmigo mismo y asombrarme de mi actual analfabetismo.

Son muchas más mis ignorancias. Por ejemplo, soy incapaz de interpretar los recibos del agua y de la electricidad (mal llamado "de la luz"). Es un arcano el dato de que cerca de la mitad de tales facturas sean impuestos. Lo que resta debe de ser un precio de monopolio.

Otra cosa que no logro comprender: las preocupaciones dietéticas de algunos ministros, como si fueran la viva metempsícosis del doctor Tirteafuera. La idea es que, de seguir así, nos obligarán a comer a base de carne sintética (a partir de algas y musgos), pasta de krill y empanada de escarabajos y lamelibranquios. No se puede pedir más proteína con menor precio.

Puestos a divagar sobre preocupaciones algo más nobles, no se me alcanza para qué puede servir la OTAN, después de la estupefaciente derrota de Afganistán. En el plano doméstico, no me caben en la cabeza los homenajes (ongi etorri), que prodigan las autoridades vascongadas a los asesinos múltiples. Tampoco logro asimilar la lógica por la que los ciudadanos españoles que contravienen alguna ley o reglamento son multados o encarcelados, mientras los inmigrantes ilegales son tratados con extrema generosidad.

En fin, será, efectivamente, que aparezco como un virtual analfabeto.

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