¡Apenas han transcurrido unas pocas fechas de la desaparición de Matilde Vilariño cuando este viernes, 27 de agosto, también se ha ido para siempre quien fue su compañera en Radio Madrid, Juana Ginzo, a la edad de noventa y nueve años, uno menos que aquella. Su voz, una de las más cautivadoras de la radio española, con una dicción perfecta, que lo mismo le servía para emocionarnos en los muchos seriales en que intervino o para hacernos sonreír en tantos otros sainetes. Entre medias, ya al final de su extensa carrera radiofónica, intervino en un informativo, que yo recuerde, en 1976, cuando acabó el monopolio de Radio Nacional de España. Me refiero al programa de las 8 de la tarde que dirigía Manuel Martín Ferrand, plagado de noticias y entrevistas. Allí conocí a Juana y supe calibrar no sólo su inmenso quehacer ante los micrófonos, sino su extraordinario trato con todos los compañeros, sin divismo alguno.
Madrileña, hija de un linotipista del diario El Sol en tiempos de la II República, Juana se ganaba la vida limpiando casas, hasta que se enteró que la cadena Ser había convocado un concurso de nuevas voces en la radio. Se presentó y quien le hizo las pruebas le hizo saber que con las condiciones de su garganta podía estar tranquila y vivir muchos años como locutora o actriz. Ambas facetas las desarrolló Juana Ginzo durante más de tres décadas.
Desde el primer momento formó parte del cuadro de actores de Radio Madrid, interviniendo en "Teatro del Aire", que emitía obras clásicas, y los populares seriales, que hasta los años 40 no se conocían en España. De los muchos en que tomó parte destacó Ama Rosa, un folletín escrito por el guionista habitual de esos programas, Guillermo Sautier Casaseca cuyo argumento se centraba en una mujer que da a luz un niño y, siendo soltera y pobre, lo entrega a una familia que había perdido un hijo. Con el paso de los años, Ama Rosa se convertirá en sirvienta en la casa de su hijo, sin que éste lo sepa, y que trata a su madre de manera considerada. La historia terminaba felizmente. Aquel serial se emitía a media tarde y millones de españoles seguían su escucha con verdadero interés.
Y si era habitual que tomara parte en melodramas del jaez del que acabamos de relatar, igualmente tomó parte en otro programa, Estampas y sainetes y ya cuando su carrera finiquitaba en el también popularísimo serial La saga de los Porretas, que concitaba todas las mañanas en días laborables una elevadísima audiencia.
El cuadro de actores mencionado, llegado el verano, actuaba en teatros de toda España con un repertorio de los mejores seriales emitidos por la radio. Y Juana Ginzo destacaba igualmente con su voz y su presencia, que no era muy atractiva. Ella era consciente de ello y en las entrevistas no tenía problema alguno en considerarse fea, sin complejos de ninguna clase.
Resulta curioso que tildara a los seriales como abominables, añadiendo que participaba en ellos porque así se ganaba la vida. Muy bien pagada, por cierto. Era más feliz cuando, por ejemplo, representaba el papel de "la Raimunda" en La malquerida, de Jacinto Benavente. En tiempos donde las mujeres no se significaban como ahora en cuestiones ideológicas, ella decía ser feminista y de izquierdas. Muy querida por sus compañeros, contrajo matrimonio con uno de ellos, el periodista Luís Rodríguez Olivares, veintidós años menor que ella.