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Rosa Belmonte

Ayaan Hirsi Ali y las chicas de Rochdale  

La miniserie La infamia narra un célebre caso de abuso sexual ocurrido en Rochdale.

La infamia | Filmin

Podemos ver en Filmin la miniserie de tres capítulos (benditos británicos) La infamia. En el original se llama Three Girls. Porque tres chicas son las protagonistas de esta ficción basada en los hechos reales y repugnantes ocurridos en Rochdale, Gran Manchester, desde 2008. Han tardado mucho en estrenarla aquí (es de 2017), pero todavía tenemos que dar muchas gracias a Filmin y pedirle que traiga Unforgotten, la serie de policías y crímenes antiguos de Nicola Walker (The Split), cuya cuarta temporada acaba de estrenarse y aquí ni la hemos olido. Es La infamia una serie de mujeres. Donde las mujeres son las víctimas y las mujeres son las que arreglan los entuertos. Desde el trabajo social comprometido o desde la policía. Además, está escrita por Nicole Taylor y dirigida por Philippa Lowthorpe.

Lo más escandaloso del asunto ya fue en su día, cuando lo leímos en los periódicos, la actitud de la policía, que quizá no quería parecer racista (los violadores son de origen pakistaní). Los malos invitan a las chicas (no tan de familias desestructuradas las protagonistas como podríamos pensar) a vodka, kebabs y fiestas y luego se cobran en sexo (durante el juicio, una de las pancartas de manifestantes en la calle dice “Nuestras chicas no son carne halal”). Las chicas, que reciben dinero por el sexo, son muy malas víctimas. El espectador ve lo que hay. Y aunque te sorprendas gritando a la tele y a esas idiotas si no ven dónde se meten, el abuso sexual es evidente. Y no sólo porque sean menores. Incluso la introductora no es tan mala porque, como dice Sara, trabajadora de salud sexual que ayuda en el barrio y es casi heroína del caso, si mete a otras chicas en el negocio ella se libra de unas cuantas mamadas. No se están prostituyendo, están siendo violadas. Pero el espectador también entiende que un jurado puede dudar que no haya habido consentimiento. Olvidemos, claro, lo de la minoría de edad y que una de ellas es un poco límite (de hecho, va a uno de esos colegios para subnormales que aparecen en Educación, una de las películas de Small Axe de Steve McQueen, y digo subnormales porque es como ahí los llaman, aunque no oficialmente).

O sea, que la policía teme ser racista (como cuando se reabre el caso dicen los periódicos), pero, además, las víctimas parecen malas víctimas. Como pasaba en Creedme, otro caso real, otro libro, otra serie. Ya saben, la adolescente Marie decía haber sido violada por un hombre que entró en su casa. No la creen. Por cómo lo cuenta. Porque no se porta como una víctima. Se la llega a investigar como si fuera sospechosa (ahí hay una coincidencia con La infamia, al menos con una de las chicas). La pobre Marie, harta, acaba confesando que se lo inventó. Dos años después, dos policías que están investigando ataques similares en otro sitio comprueban que los detalles espeluznantes coinciden. En Creedme, el libro de Christian Miller y Ken Armstrong que ganó el Pulitzer, ambos reconstruyen la persecución del culpable y los mecanismos tras la poca credibilidad dada históricamente a las mujeres violadas o cómo viven su desamparo. En La infamia a eso tan tradicional se une el tiquismiqueo progre con la inmigración. Vemos los fallos de un sistema (pero ningún policía fue sancionado por la pifia inicial).

Estos días está saliendo mucho en los periódicos la somalí Ayaan Hirsi Ali por su nuevo libro, Presa (Debate). Pero dice lo mismo que cuando sin promoción alguna la entrevistó Cayetana Álvarez de Toledo. Que la integración de cierta inmigración no es real, que los que llegan no aceptan los valores del lugar y que el supuesto progresismo se escandaliza si señalamos a un violador extranjero. Claro que la mayor parte de los violadores son nacionales. Pero es ridículo y cobarde que no se diga el origen del agresor en un artículo periodístico. Sigue. Que “El Islam es intrínsecamente hostil a las mujeres y su libertad”. O que “Cada vez más europeas ocultan su cuerpo para evitar el sexismo de inmigrantes”. Que “Parte del feminismo actual se inhibe cuando el agresor tiene la piel morena”.

Recordemos a ese conductor de autobús francés que no dejó subir a una mujer porque llevaba la falda muy corta. Por supuesto, era musulmán. También dice Ayaan Hirsi Ali que la Historia no va siempre hacia adelante. “En el caso de las europeas va hacia atrás”. Y se permite.

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