Un grupo de personas, entre los que se hallan buenos amigos míos, ha pedido la destitución del vicepresidente del Gobierno por haber dicho que en “España no hay una situación de normalidad democrática plena”. Otro grupo de personas, entre los que destaco a Luis del Pino y los participantes en su programa Sin complejos de este domingo, en esRadio, mantienen todo lo contrario: Iglesias dice la verdad y la prueba de que esto no es una democracia, asevera el amigo Luis del Pino, es que él ocupa la vicepresidencia del Gobierno. Mi posición está a la vista. Miro al personaje objeto de la discusión y me lo tomo a cachondeo. Es un impostor de libro. Un malandro de la peor especie. Copia el cinismo de las clases altas: no cree en la democracia ni el diálogo ni en nada que sea respetar a la persona y su libertad. Un individuo que se lo pasa todo, como el presidente del Gobierno, por el forro de sus caprichos solo merece una carcajada. O nos reímos de ellos o nos matarán poco a poco. Nadie en su sano juicio puede tomarse en serio a estos personajes de un gobierno sin legitimidad democrática.
Por eso, creo que mal, muy mal, peor que mal tienen que estar las cosas, cuando alguien se toma en serio a un tipo que está quedándose calvo y se pone coleta. Por Dios, amigos sociatas y peperos, gentes del régimen y allegados a las mamandurrias del poder, almas bellas y personas con buenas intenciones, tengan un poquito, como diría el chiste, de “por favor” a la hora de ejercer la crítica. El matiz es todo en estos casos. Limítense en la crítica o estarán dándole alas al señorito que ha puesto en la vicepresidencia del Gobierno el señor de La Moncloa. Esos dos tipos practican con delectación y prodigalidad el cinismo de las clases altas.
Sí, como los burgueses que, en el pasado, no creían en Dios, pero asistían a misa, también éstos pasan de la democracia liberal, pero se visten todos lo días de demócratas. Por lo tanto, los discursos edificantes a estas alturas de la película no dan para mucho. Son tan ineficaces que provocan miedo. No comparto la actitud de quien se engolfa en construir una especie de preceptiva para negarle el pan y la sal al cínico señor. ¿Quién se atrevería a decir que esto, un gobierno de comunistas y socialistas con apoyo de exterroristas y separatistas, es una democracia?
Mejor sería reírnos de la pinta del muchacho o, sencillamente, lloramos en silencio y a escondidas sin consuelo posible, pero las dos cosas a la vez no casan salvo que fueran ustedes satíricos a lo Quevedo, pero no les veo yo con gracia para eso. La gracia es la gracia. Algo al alcance de unos pocos elegidos. O sea la carcajada es lo único que merece alguien que crítica la democracia sin creer en ella. Es claro, pues, donde sitúo mis palabras en torno a la aleve y brevísima discusión sobre las reiteradas palabras del hombre calvo de la coleta sobre la democracia española. Nada. Humo. Un tipo que desprecia y odia la democracia liberal y parlamentaria no tiene legitimidad alguna para criticarla.
En pocas palabras, los cínicos ilustrados, los cínicos calvos y con coletas y, un sin fin de cínicos “demócratas” no son nada al lado del gran cinismo de Marx, de Groucho Marx: “Yo no estaría en un club que me aceptase a mí como miembro del club”.