Plácido Domingo vuelve a actuar en Viena, Moscú, París, Lucerna, Colonia y Verona. En Estados Unidos, cada vez más los Estados Soviéticos de América, no. Y tampoco en España, lo que es especialmente indigno aunque coherente con la trayectoria de un país que ha visto como algunos de sus más grandes artistas, de Goya a Antonio Machado, han muerto en el exilio.
Me pregunto cuál será la ciudad española que repare la vergüenza del juicio inquisitorial y la infame censura que orquestó el ministro socialista de cultura José Manuel Rodríguez Uribes, un cobarde que se plegó al feminismo radical en su caza ejemplarizante de cualquiera que le pueda servir para su ansía justiciera. El ministro se parapetó en el supuesto reconocimiento del tenor de lo que había hecho. Pero esto es mentira ya que Domingo únicamente mostró su empatía con el malestar que hubiesen sentido las mujeres que lo acusaban de “conducta inapropiada”, pero siempre reclamó su inocencia en la acusación de abuso sexual.
Plácido Domingo que nació en Madrid el 21 de enero de 1941 cumple 80 años sin poder cantar en la ciudad que le vio nacer, en el país al que ha dado tanta gloria. Sin embargo es recibido con honores en Austria, Francia, Suiza, Alemania… El director de la Ópera de Viena, Bogdan Roscic ha tomado el relevo del anterior director Dominique Meyer apoyando a Domingo porque, efectivamente, no ha habido ninguna condena firme sobre conducta criminal alguna de Domingo. Roscic ha defendido que "no he encontrado nada en toda la discusión, y no soy el único, que justifique la prohibición de trabajar para Domingo"
Lo que está a años luz en términos de coraje moral y político del abyecto arrastrarse de Uribe ante el tribunal popular de lo políticamente correcto. El Sindicato norteamericano de Artistas Musicales concluyó contra Domingo que había tenido "inappropriate activity, ranging from flirtation to sexual advances". Es decir que Domingo era un ligón contumaz y un baboso pesado. Lo que de ser cierto sería en todo caso recriminable moralmente pero de lo que no se sigue ni un delito, ni su ostracismo. Este sí es un exiliado de facto español, no Puigdemont.
Tanto el alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida como la presidenta Isabel Díaz Ayuso tienen la oportunidad y el deber de reparar esta injusticia histórica con Plácido Domingo. No puede ser que en el siglo XXI se repita la habitual miseria política contra nuestros artistas e intelectuales.
Plácido Domingo tenía una conducta similar, en el peor de los casos, a la de tipos como Donald Trump o Joe Biden. No es comparable a Harvey Weinstein o Jeffrey Epstein. Es significativo, por cierto, que sobre Biden se extienda más bien un silencio clamoroso sobre sus "besos y abrazos" a mujeres y niñas. Mujeres como Lady Gaga, Jennifer López, Merry Streep y Michelle Obama han mirado a otra parte sobre la misma conducta de Biden que recriminaron a Trump. De Hillary Clinton ni hablamos, claro. El doble rasero del #Metoo muestra que es un movimiento de izquierdas que instrumentaliza al feminismo y trata a las mujeres como marionetas en la batalla partidista.
Ha explicado Domingo que en este viaje por el desierto se ha mantenido de pie gracias a “la fe, la música y su familia han sido pilares fundamentales para salir adelante” Mantengamos nosotros también la fe en que finalmente se hará justicia con Plácido Domingo, y podamos disfrutar todos, empezando por su familia, de esta encarnación de la música eterna que es el tenor español. El día de su resurrección en Madrid se debería batir la marca de los 80 minutos de aplausos tras su interpretación de Otelo en la Ópera de Viena en 1991. Seguramente los ministros y ministras socialistas no estarán. Tampoco los esperará nadie.