Quizá el terrible deseo de inmortalidad, lejos de haberse visto afectado por la realidad, se ha convertido ya en un prejuicio barato al alcance de cualquier botarate. Pocos quieren asumir lo evidente: el ser humano es mortal. Si el ámbito de la moralidad está peor que hace un año, el orden político de carácter nacional e independiente parece haber desaparecido. El Parlamento y el Gobierno solo pueden desempeñar un papel meramente administrativo; sí, el Gobierno y la Oposición han ido a la UE para que sus instituciones arreglen nuestro desaguisado "nacional". Imposible. Unos no quieren reconocer que son dictadores y otros no se atreven a llamar por su nombre al gobierno de Sánchez. Vivimos entre frívolos y fanáticos.
Nuestros políticos han despreciado las pocas instituciones españolas y buscan legitimidad fuera de nuestras fronteras. Sinvergüenzas. Nadie los escucha. Nuestros políticos son la hez de un país sin hechuras culturales, políticas y nacionales. Nadie les presta atención. Ni en España ni Europa tienen credibilidad. Todo el mundo desconfía de ellos. Nadie cree que puedan hacer nada por su país. El nivel de desafección ciudadana es tan alto que pronto dejarán de emitirse los programas políticos-basura, como los de la Sexta y Tele 5, porque nadie los verá. La chusma sectaria y fanatizada acabará por ver solo programas-basura de cocina y cotilleo. En estos espacios, como quería Stalin, no hay secretos.
De esta terrible epidemia sale, pues, reforzada mi convicción sobre este viejo país: España, como Estado-nación, está al borde del abismo. No se trata de un "Estado fallido", una expresión de corte politológico que sólo explica lo más superficial del asunto, sino de la muerte entera de la nación. No es asunto nuevo. La cosa viene de lejos. Nadie se llame a engaño. Repasemos y repasemos. Es la base de la sabiduría. Repitamos lo aprendido: los líderes políticos actuales son el resultado final de 43 años de engaños y mentiras, de soluciones falsas y época de bonanzas, de vivir de las arcas llenas y de las instituciones clave del franquismo, empezando por su principal legado: la Monarquía parlamentaría.
Sabemos bien qué fue la Transición y el Socialismo, las cositas de Aznar, el régimen basura de Rodríguez Zapatero, las cobardías de Rajoy y lo de ahora… ¿Quién no sabe qué cosa sucede ahora? Todos los sabemos, aunque algunos se escondan y digan con la boca chica: nada tengo que ver en esto. La dictadura, o el régimen político basura que padecemos, nada tiene que ver con nosotros. Pero, ay, amigos, todas las "elites" intelectuales, políticas, sociales y económicas tienen mucha relación con "esto". Vaya que la tienen. Y son los primeros que tendrían que dar cuenta de sus irresponsables comportamientos y cesiones a los dueños del poder político, pero no lo harán porque su cobardía es congénita. Y su base de actuación en la vida política ha sido destruir, destruir y destruir las instituciones nacionales. Y sin nación no hay nada. En eso estamos.
Los socialistas procedían del franquismo
Tengo la memoria llena para escribir un tomo sobre qué es el PSOE y su espejo deformado, el PP, pero baste decir que los dos tienen puntos comunes que han llevado al país a la hecatombe. Conocemos bien la procedencia de los socialistas: las camisas azules del Movimiento se cambiaron por las chaquetas de pana de González y Guerra. Los socialistas procedían del franquismo, o peor, eran los hijos de papá del franquismo. Sabemos de lo qué hablamos. Lo decisivo para esta gente era destruir. Nada más llegar al poder, en 1982, instalaron una maquinaria de poder no tanto para desmontar el Estado cuanto para ocuparlo. Se trataba de convertir España en una empresa para hacer más ricos a los ricos y darle las migajas a los pobres… Un nuevo "pancismo", sí, impuso el PSOE en toda España.
Y lo consiguieron con la ayuda inestimable de los separatistas y los partidos políticos que hicieron del PER, de los Planes de Empleo Rural, las bases de su política social. También las elites intelectuales y universitarias tragaron con este anacrónico "igualitarismo". El pancismo siguió con el PP. Nunca se ha roto. Nunca quisieron superarlo. Llenar la "andorga" de los ciudadanos, como sea y a cualquier coste moral, para convertirlos en consumidores, es el principal objetivo "político" que han perseguido estos dos partidos sin otro objetivo que controlar el poder. Ninguno de los dos se ha preocupado por continuar, afianzar y desarrollar las bases de un Estado-nacional, que el antiguo régimen creó con mejor o peor fortuna y, sobre todo, con el esfuerzo de varias generaciones de españoles. Eso es todo: el Estado se derrumba y la nación no existe. Sobre esos escombros la dictadura de Sánchez-Iglesias se enseñorea, e incluso "ninguneará", con la colaboración del PP, al tercer partido nacional, Vox, en la presentación de la moción de censura contra un gobierno autoritario.