Peor es la hoguera
También hay que leer 'Herejes' (Trotta), de Antonio Pau. Los 22 herejes que saca en su diminuto pero inmenso libro son malhechores.
Que si Susan Sontag, que si Oriana Fallaci, que a ver cómo aguantaban hoy la ortodoxia del pensamiento único, de lo correcto, de la basura esa de la cancelación. Sí, hombre, atrévete a cancelar a Oriana Fallaci en vida de Fallaci. Vale que estamos muy mal, pero es un estar muy mal del primer mundo en el siglo XXI. Leamos Blanco (Literatura Random House), de Brett Easton Ellis, La filosofía se ha vuelto loca (Ariel), de Jean-François Braunstein, La masa enfurecida (Península), de Douglas Murray, El síndrome de Woody Allen (Debate), de Edu Galán, el hilarante Woke (Alianza), de Titania McGrath (seudónimo de Andrew Doyler), En primera persona (Editorial Encuentro), de Alain Finkielkraut. O cualquier cosa de Finkielkraut. Claro que la gente está muy mal de la cabeza. Y como escribió Bari Weiss, la periodista que renunció The New York Times por un renuncio mayor del periódico a la sensatez, "La verdad no es un proceso de descubrimiento colectivo, sino una ortodoxia ya conocida por unos pocos iluminados cuyo trabajo es informar al resto". Pero ¿y la buena época que nos ha tocado para vivir, aunque haya tanto chiflado y tantos tontos que sigan a los chiflados?
También hay que leer Herejes (Trotta), de Antonio Pau. Porque como dirían Les Luthiers, cualquier tiempo pasado fue anterior. Y esos herejes, como su propio autor dice, son un auténtico modelo de comportamiento social. Aunque hoy no se hable de herejías o de herejes más que metafóricamente (algunos herejes hoy serían ortodoxos), sí hay quien se aparta de las reglas de la masa dominante. Y no tienen por qué ser los que se ríen de la masa enfurecida, que en el fondo también son una masita. No somos originales o más listos por creer que Woody Allen no ha hecho nada reprochable. O por que la cultura woke nos parezca una memez para bobos y blandengues.
Los 22 herejes que Antonio Pau saca en su diminuto pero inmenso libro son malhechores. Pero sólo si hacemos caso a Tomás de Aquino: “Los herejes son malhechores; la Iglesia puede entregarlos justamente a los príncipes seglares para su ejecución”. Ríete de la cancelación viendo cómo acabaron estos 22. Digamos que Herejes no es la monumental ‘Historia de los heterodoxos españoles’, de Menéndez Pelayo, pero es casi tan erudito en su ligereza. Herejes tiene 141 páginas incluyendo las notas. Lo de Menéndez Pelayo, 1.573. Ya sabemos qué le pasó a Miguel Servet, pero también que se lo buscó, que fue de manera temeraria buscando el enfrentamiento con Calvino. Lo mejor son las cartas. Servet llamó a Calvino "peligroso, tergiversador, pervertidor, hipócrita, desvergonzado, pérfido, falaz, mentiroso, infame, perverso, rabioso, homicida y maldito". Calvino a Servet: "blasfemo, calumniador, ratón ridículo, perro, sacrílego, obstinado, rabioso y archidemonio". Y como escribe Pau, “todo en un latín muy correcto y preciso". Nada, a la pira colocada en la colina de Champel.
En cuanto a las brujas, Pau cuenta con mucha gracia (con perdón) que la última quemada en Inglaterra, Janet Horn, mujer deforme y débil mental a la que se acusó de volar sobre su hija hacia los aquelarres, fue llevada a la hoguera y como hacía frío lo primero que hizo al llegar fue calentarse las manos en ella sin saber ni entender nada. También recuerda que la Inquisición española vio siempre la brujería con escepticismo. Y que las condenas se daban más en la Europa del norte que en la del sur. Que el papa y los inquisidores españoles tuvieron posiciones divergentes, más razonables y bondadosas las de la Inquisición.
Isabel de la Cruz, la costurera toledana; el maestro Eckhart, inspirador de Rilke; Miguel de Molinos; María Jesús de Ágreda; Arnau de Vilanova; Amalrico de Bène; Pelagio, o Marción de Sínope (sí, es difícil no leer maricón). Todos personajes fascinantes, aunque sea por cómo cuenta sus vidas Antonio Pau, que tiene otro libro fantástico, Manual de Escapología. Teoría y práctica de la huida del mundo (Trotta). La mayor parte de las veces "la posición del hereje venía determinada por la situación de la Iglesia". Los herejes querían mejorar la Iglesia. Ahora tenemos una absurda religión supuestamente verdadera que nos dice qué tenemos que pensar y con qué nos tenemos que ofender. Como dice Ricky Gervais, "puedes bromear sobre lo que quieras. A alguna gente no le gustará y te lo dirá. Luego depende de lo que a ti te importe. Es un buen sistema". Y también te pueden llevar a los tribunales. Creo que Angela Merkel, cuando hizo aquel discurso en el parlamento alemán sobre la libertad de expresión, había oído a Gervais. "Hay libertad de expresión en nuestro país. A todos aquellos que dicen que no pueden expresar sus opiniones, les digo: si das tu opinión, debes asumir el hecho de que te pueden llevar la contraria. Expresar una opinión tiene sus costes. Pero la libertad de expresión tiene sus límites. Esos límites comienzan cuando se propaga el odio. Empiezan cuando la dignidad de otra persona es violada. Esta cámara debe oponerse al discurso extremista. De lo contrario, nuestra sociedad no volverá a ser la sociedad libre que es". Y no sólo porque permitamos discursos de odio, también de idiotas con poder de cancelar (qué palabro). Pero peor es la hoguera.
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