En julio de 1936, la Guardia Civil tenía entre 33.000 y 34.000 hombres. El instituto armado sufrió enormemente, sobre todo en los primeros meses de la guerra, perdiendo el 20% de sus efectivos.
La cuestión es que Miguel Artola fue un historiador de los pies a la cabeza. Fue consciente de que la obligación, la única, del historiador es intentar sacar a la luz la verdad a secas.