Tal es la riqueza del universo de las palabras que hay diccionarios de los más variados usos: etimológicos, de sinónimos, de voces naturales, de insultos, de términos tradicionales o regionales, de los diferentes idiomas, etc. Sin embargo, que yo sepa, nadie ha compuesto un diccionario que sería utilísimo. Agruparía las palabras respecto a una polaridad de sentidos que muchas poseen. El polo positivo sería el sentido ponderativo, laudatorio, cariñoso, que poseen ciertas voces. El polo negativo indicaría su contrario: el lado peyorativo, despectivo, vituperable que acompaña a otras voces.
Lo interesante del caso, nada excepcional, es que los dos polos se pueden derivar de una misma raíz. Por ejemplo, nada más preciado que la libertad. Pero con la misma raíz se componen voces como libertario (una especie de ácrata o anarquista) o libertino (sexualmente desaforado), que se suelen considerar infamantes.
Es general la alta consideración que merece lo oportuno (lo que se presenta en el momento adecuado o favorable). Sin embargo, qué mala prensa tiene el oportunista (el que se aprovecha del prójimo con escasos principios morales).
La voz autoridad indica cierta superioridad moral y merece un respeto, puesto que se presume legítima y conveniente. Pero las múltiples formas de autoritarismo merecen multitud de reproches. (Por cierto, llevo unos meses estudiándolas para un trabajo póstumo).
Aun en nuestra cultura hispánica, tan alocada, se considera que ser puntual favorece la imagen de un individuo que actúa correctamente, fiel a los compromisos y obligaciones. Pero se considera mal a una persona puntillosa, esto es, minuciosa hasta el escrúpulo, con un exceso de susceptibilidad y amor propio.
Nuestra civilización industrial admira la máquina, a sus creadores, a los que la manejan bien. Se ha pedido el significado de máquina que tenía en tiempos de Cervantes o de Covarrubias: un artefacto bélico para dañar a las tropas enemigas. Pero ha quedado el sentido afrentoso de maquinar: tramar o hacer uso de malas artes para perjudicar al prójimo). El sentido procede del latín máchina (ardid, artefacto bélico) y de la raíz griega maja, asociada a las armas, al combate.
La voz pascua alude a la gran fiesta de los hebreos, que luego fue la de la resurrección de Jesucristo y que se utiliza para más fiestas litúrgicas; no puede ser un término más encomiástico. Pero el vulgo entiende muy bien que ‘hacer la pascua’ a alguien equivale a fastidiarle o molestarle todo lo posible. No existe relación entre esos dos sentidos de la palabra pascua. ‘Hacer la pascua’ es un ñoñismo (como puñeta), para no tener que decir "puta", voz que se presume obscena. Bien es verdad que está en el Quijote.
En lenguaje culto se utiliza sicofante para señalar despectivamente a un delator. En griego el sicofantés era, en efecto, un calumniador, un delator, pero literalmente un comerciante de higos. Se trata de un sabroso fruto que debía de ser muy apreciado y cuyo mercado se vigilaba mucho en la antigua Grecia.
La expresión ‘medios de comunicación de masas’ no procede del latín medius (la mitad de algo, moderado en los juicios). Resulta moderadamente laudatoria, pero procede del inglés y se debió a una broma. La voz medium se utilizaba en la cultura anglicana para señalar a una especie de farsante que se comunicaba con el otro mundo, con los fallecidos. La broma de los críticos de los periódicos, y en seguida de la radio, fue que esos media (plural de medium) actuaban también como manipuladores de la ingenuidad de los lectores o los oyentes. La broma hizo fortuna y la expresión mass media se hizo académica.
De acuerdo con su origen latino, la palabra álgido significó originariamente el punto de repentino frío en algunas enfermedades terminales. De ahí pasó a punto culminante o decisivo, el acmé de una enfermedad. (Ahora dicen "el pico de la curva de la pandemia"). La cosa es que ha terminado siendo, en el polo opuesto, el punto más cálido de una negociación.
La verdad es que esto de las palabras es un juego caprichoso.