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Comparecencias vergonzantes

La verdad es que, por lo general, estos jerarcas destrozan el castellano.

Asisto disciplinado a algunas de las comparecencias (aunque "a petición propia") ante la tele por parte de los gerifaltes. Unos son más aficionados que otros a ese género de propaganda, disfrazada de conferencias de prensa. Ya me habría gustado que perorara también el hermético ministro de Universidades, pero los televidentes nos hemos quedado con las ganas. A pesar de que en el exordio u homilía inicial se apoyan en un texto escrito, la verdad es que, por lo general, estos jerarcas destrozan el castellano. Puede que lo hagan no por ignorancia, sino para sentirse más cercanos al pueblo, "en la lengua que habla cada cual a su vecino".

Anoto algunas infidelidades al idioma, que no son siempre errores o tachas. Por ejemplo, el ministro Ábalos, taciturno, leyó (pues lo tenía escrito) el verbo preveer, que no existe. Al menos dos ministros (Marlaska y Celaá) se acogieron a la expresión "en relación a", que tampoco es de buena factura, aunque el pueblo la emplee de cutio. Lo correcto es "con relación a" o "en relación con". Hombre, un juez y una catedrática deberían ser más cuidadosos con el lenguaje. Especialmente en este peculiar momento, en el que muchos alumnos de la enseñanza obligatoria se hallan estabulados en casa y se tragan todo lo que les echa la tele. Las comparecencias de los ministros y ministras pueden ser parte de la enseñanza telemática.

Más que errores, lo que me llama la atención son los caprichos o modas del lenguaje público. Por ejemplo, el esdrújulo Ábalos, en aras del hábito de alargar las palabras, se ha aficionado mucho a lo del "distanciamiento". Es una voz que se reservaba para el acto de distanciarse psicológica o moralmente de alguien o de algo. Sin embargo, ahora se aplica a la distancia física que hay que mantener de la otra persona por mor de la epidemia. Por cierto, nadie sabe precisar cuál deba ser esa distancia. Lo importante es que una voz sesquipedálica proporciona al discurso oficial un especial aire de gravedad. Hay más ilustraciones, como anteriormente, que desplaza a antes, o posteriormente, que sirve mejor que después. O también a día de hoy sustituye con ventaja al escueto hoy.

Ya ni siquiera me llaman la atención otras preferencias en el lenguaje de los que mandan. Por ejemplo, conllevar en lugar de suponer. O también solventar con preferencia a solucionar o resolver. Quizá sean opciones que parecen más cultas o cultipicañas.

Son muchas las muletillas que se repiten cuando se habla detrás de ese extraño mueble, que es el inestable atril de las conferencias de prensa que digo. Por ejemplo, "lo primero de todo". Se trata de un anglicismo, claro está, pero por eso mismo impresiona. Se despachan otros anglicismos igualmente tontos: "a mi juicio", "estamos hablando de". Ahora se ha impuesto el circunloquio compuesto por "el conjunto de". Queda muy solemne decir "el conjunto de la ciudadanía", "el conjunto de la Unión Europea", "el conjunto de las autonomías", etc. La verdad es que llega a estragar. Por lo mismo fatiga al oyente la reiteración del "todos y cada uno".

Un truco retórico muy utilizado consiste en empezar la frase con un infinitivo. Por ejemplo, "decir que". Confiere al discurso un aire impersonal. Otro que tal baila es la serie "en primer lugar… en segundo lugar… etc"; da un aire sistemático.

La muletilla preferida de las homilías que digo es la de "como no puede ser de otra manera". ¿Seguro? Casi siempre puede ser de otra manera, pero, dicho así, es un truco del lenguaje suasorio, al que tanto acuden nuestros prohombres (y promujeres).

Me fascinó especialmente la donosa intervención de la señora Celaá, al frente de la cartera de Educación. Cuidado que enfatizó el deseo de que el currículo escolar fuera "competencial, global, individualizado, con mayor opcionalidad, comprensivo, diagnóstico". Además, habla pausadamente, como si dictara un texto a los alumnos (y alumnas, claro). Sin embargo, no entendí lo que quería decir la catedrática. A lo mejor es que me tengo que matricular otra vez en el bachillerato. Al final, colegí que se inclinaba por el aprobado general para la muchachada de este fatídico curso, pero insistiendo en que no se trataba del aprobado general. No se olvide que los niños son ahora "los más pequeños"; hay que entender, pues, los más próximos a los "cero años".

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